...He aprendido a agradecer a mi cuerpo cada emoción o sentimiento, por más desgarrante, amenazante o doloroso que fuera, porque sé que, si escucho esos gritos del alma en su necesidad de que mi ser se exprese y mi totalidad sea cada vez más protagónica en mi vida, mi cuerpo se calma
He aprendido a dejar que salgan a escena mis otredades, aún las que no son amadas ni aceptadas por los demás, y a acompañar a las que no son amadas ni aceptadas por mí.
He aprendido a aceptar que no es posible que todos me amen, y que complacer para ser amada es olvidarme de mí, abandonarme dejando partes mías en las tinieblas de mis cavernas.
He aprendido también, a aceptar y abrazar mi humanidad, para que cuando mi cuerpo denuncia algo de mí que no he podido escuchar de otra manera y “duele”, necesito hacer una pausa y detenerme a escucharlo....
He aprendido...
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