miércoles, 9 de enero de 2013

 
 
Un mendigo estuvo junto a una carretera durante más de treinta años. Un día, un desconocido pasó por allí. ¿una limosna? Murmuro el mendigo, alargando mecánicamente su gorra de béisbol. No tengo nada que darte- dijo el desconocido. A continuación preguntó: ¿sobre qué estás sentado? Nada - respondió el mendigo-. Sólo una vieja caja. He estado sentado en ella desde no sé cuándo. Has mirado dentro alguna vez – preguntó el desconocido. No – dijo el mendigo - ¿para qué? No hay nada dentro. – Echa una mirada – insistió el desconocido. El mendigo consiguió abrir la tapa. Con infinita sorpresa, incredulidad y dicha vio que la caja estaba llena de oro. Yo soy ese extraño que no tiene nada que darte y te pide que mires dentro. No dentro de ninguna caja, como en la parábola, sino en otro lugar aún más cercano: “dentro de ti mismo”.

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