Creemos que nuestras historias nos definen.
Que los dramas y eventos que ocurrieron en nuestras vidas nos estigmatizan y nos hacen ser como somos.
Le echamos culpas a padres y abuelos. A carencias y excesos. A lo que padecimos y a lo que nos oprimió. O a los límites difusos y el rigor blando.
Que los dramas y eventos que ocurrieron en nuestras vidas nos estigmatizan y nos hacen ser como somos.
Le echamos culpas a padres y abuelos. A carencias y excesos. A lo que padecimos y a lo que nos oprimió. O a los límites difusos y el rigor blando.
Nos erigimos en jueces de la vida y sentamos a unos a la derecha y a otros a la izquierda según sus actos y omisiones. Es que es mucho más cómodo cargarle las ramas secas y quebradizas del propio árbol genealógico a otros y así aliviar nuestras espaldas. Y conciencias.
La culpa es de tantos, menos mía.
La culpa, en realidad, no es de nadie. Y si a alguien hay que endilgársela es a las creencias. A los mandatos a los que adherimos de manera pegajosa y sin mucho raciocinio, porque en algún momento de nuestra historia nos hicieron falta. O nos dieron seguridad.
La culpa, en realidad, no es de nadie. Y si a alguien hay que endilgársela es a las creencias. A los mandatos a los que adherimos de manera pegajosa y sin mucho raciocinio, porque en algún momento de nuestra historia nos hicieron falta. O nos dieron seguridad.
Nacemos en un contexto histórico. Cultural. Y familiar.
Qué o quién nos deposita en ese tablero humano específico puede debatirse eternamente. Por qué nacimos aquí y no allí. Por qué me "tocaron" estos padres y no aquellos otros.
Qué o quién nos deposita en ese tablero humano específico puede debatirse eternamente. Por qué nacimos aquí y no allí. Por qué me "tocaron" estos padres y no aquellos otros.
Por qué tuve que vivir este drama...
Podríamos hacer una sinfonía infinita con todos esos por qué. Y se nos diluirá la vida haciéndolo.
Podríamos hacer una sinfonía infinita con todos esos por qué. Y se nos diluirá la vida haciéndolo.
Pero enredarse continuamente en los "por qué", además de generarnos jaquecas nos deja arrinconados y temerosos. Asustados por sentirnos a merced de fuerzas tan contundentes contra las que no somos capaces de luchar. Mucho menos de cambiarlas.
Revisar la historia familiar es necesario, sobretodo para aprender. Qué cosas nos hirieron. Cómo logramos superarlas. O qué hizo que nos quedáramos paralizados tanto tiempo.
Qué hace falta para salir de esos círculos viciosos y transformarlos en circuitos virtuosos...
Sólo así podremos hacernos cargo de la rama que nos corresponde y mantenerla sana para que de ella broten frutos nuevos.
Nuestra historia nos pertenece, pero no nos define.
Nuestra historia nos esboza pero no es la obra terminada.
Nuestra historia es el muelle de partida pero no el de llegada.
Porque nosotros somos más, mucho más que nuestra historia.
1 comentario:
Tus articulos van mereciendo un libro. Eres una mente altamente evolucionada y tu blog es un faro.
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