Macro
y micro, épico y cotidiano, fundamental y coyuntural, imprescindible y
necesario, general y particular, colectivo e individual. Conceptos
aparentemente opuestos y sin embargo complementarios en la mayoría de
los casos.
Nuestra existencia tarde o temprano se topará con esas
paradojas y muchas veces deberá sufrir las consecuencias del
desequilibrio entre ellas.Las grandes causas se enfrentan con las pequeñas y habrá momentos en que unas prevalezcan ante otras. Los períodos críticos de la historia, o sea las guerras, conflictos internacionales, catástrofes naturales o provocadas por armas creadas por hombres contra otros hombres por cuestiones geográficas, estratégicas, religiosas, raciales o económicas, relegan por un tiempo las necesidades cotidianas y en el día a día lo importante será subsistir como se pueda, huir del bombardeo, del hambre, del asedio enemigo o de los coletazos de terremotos y tsunamis. En esos períodos nos olvidamos de los problemas de todos los días y nuestro mayor interés es no sucumbir en el caos. Pero aún en esos momentos la vida continua, el amor existe, el odio y la traición también y los hijos siguen siendo los hijos, los padres, los padres y los deberes morales no desaparecen. Cuando la paz renace y vuelve la rutina las pequeñas causas vuelven a reclamar nuestra atención. Los gobernantes, ya se sabe, viven encargándose de lo que ellos consideran más importante o más específico de su función social. En las crisis económicas van a lo macro arrasando con lo fundamental a lo coyuntural; lo general se sobrepone a lo particular, se prefiere lo que ellos consideran imprescindible a lo que los gobernados califican de necesario y desde discursos a decretos se juegan por lo épico dejando de lado lo cotidiano. Claro que en los sistemas democráticos donde se depende del mayoritario voto popular cada tanto deben bajar del Olimpo y ocuparse de las cosas supuestamente pequeñas que modifican para bien o para mal la vida cotidiana de sus pueblos. Allí pueden repartir espejitos pa' los indios o realizar seriamente ayudas sociales y premios a la excelencia abriendo abanicos de oportunidades lo más parejo posible.
Pero más allá de lo que los gobiernos hagan o dejen de hacer estamos nosotros con nuestros problemas que son prioritarios. Tener trabajo, remuneración razonable, educación, salud y una seguridad que incluya la posibilidad de llegar al trabajo, a la escuela o a la casa en transportes adecuadamente mantenidos para que sólo la imprevisible fatalidad o la lamentable pero posible falla humana sean la causa de accidentes. Y no la negligencia burocrática, que crece en la medida que las quejas de los usuarios caigan en saco roto y sólo se reaccione después de actos vandálicos de muchedumbres enloquecidas que son el caldo de cultivo creado por la indiferencia de estatales, privados o mixtos.
Hay algo que deberíamos hacer con más frecuencia ante catástrofes evitables: no quedarnos con la última foto, sino, por el contrario, usar nuestra memoria; y cuanto más viejos seamos más deberemos recordar. Usar nuestra memoria, digo, para tener bien claro los antecedentes, la cadena de errores garrafales cometidos por los que pasaron por los cargos gubernamentales sin hacer nada concreto para evitar o al menos paliar los problemas. La reclamación hay que hacerla al que está ahora, pero no admitamos que los que implementaron y hasta aplaudieron medidas restrictivas cuando no de entrega y corrupción, so pretexto de beneficiar la macroeconomía olvidándose de la microeconomía del que no tiene otra que usar lo que hay para la simple acción de transitar su lugar y llegar a su empleo, escuela o casa sano y salvo, no permitamos, repito, que los que contribuyeron por error u omisión se sumen al coro reprobatorio que sólo debe estar integrado por los inocentes, los que más allá de sus prendas morales, poder adquisitivo o condición social, trabajan día a día para su pequeña causa coyuntural, individual, necesaria y cotidiana, pero que hacen historia, la verdadera historia, el revés de la trama que, a la postre, es lo que hace grandes o pequeños a los países..
Enrique Pinti
La Nación
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