martes, 22 de septiembre de 2015

Yo acuso- Maltrato cero

Cuando desnaturalizás la violencia el dolor de la gente huele a podrido.
El mundo es un basural a cielo abierto que sólo puede recorrerse en un bote por los ríos de sangre, que la descomposición de la maldad genera.
Y existen personas como Daniela que no podrán anestesiarse, mirar para otro lado o inventarse excusas para no meterse, porque tienen el olfato humanitario desarrollado por idoneidad moral y potenciada por su posición política.
Ante la violencia lo más asqueroso son lxs tibixs.
No existen grises, no hay masomenismo posible, estás favor y la consentís – reproducís o estás en contra y la denunciás – desarticulás.
Y punto.
Y Daniela no es tibia, así decidió confundir su ejercicio profesional con la militancia por una sociedad libre de violencia, desde el día que Ángela – una nena que se hacía pis encima de vivir con miedo – decidió pedirle ayuda.
Daniela no miró al costado, no se amilanó por el peso de una historia de víctimas silenciadas y perdidas en las aguas del Río de la Plata.
Se miró las manos, calculó su fuerza, hizo un inventario de sus herramientas, se midió la capa antes de salir volando y la rescató del infierno a Ángela y unxs cuántos niñxs más a largo de toda su carrera.
Así robándose manjares a cada rato le jodió el banquete a unxs cuántxs pedófilxs.
¿Cuánto creen ustedes que iban a tardar en organizarse estxs delincuentes para la contraofensiva, cuánto aguantarían sin mostrar su arma favorita?
Presa del backlash, quedó Daniela, en una campaña sucia y mentirosa dónde se la acusa de inducir pacientes y tergiversar pruebas sobre un diagnóstico sobre el que jamás atestiguó ya que “(…) no fue citada ni participó en calidad de testigo/perito en la totalidad del proceso judicial (…)”
Es “la Cámara de apelaciones en lo civil de la ciudad de Azul quien resuelve confirmar impedir el contacto de la niña con su padre y familia paterna. A su vez resuelve que la intervención de la Lic. Lezcano no es excesiva ni perjudicial para la menor, recomendando que la niña continúe psicoterapia a cargo de la Profesional (…)”
Fue el “(…) Juzgado de Familia, donde se cumplimenta el proceso de psicodiagnóstico de la menor, a cargo del equipo técnico del mismo y cuyas conclusiones fundamentan la resolución Judicial de Impedimento total de contacto debido a presentar la niña indicadores de Abuso sexual infantil (…)”
El problema es que las balas no se dirigen sólo a Daniela, sino a todxs lxs profesionales de la psicología que son lxs únicxs capaces de dar voz a esxs niñxs y jóvenes que antes sólo tenían por derecho cargar en silencio la mochila de las violaciones.
Las balas le entraron – junto con el mensaje – al Colegio de Psicólogxs del Distrito VIII de Azul al que ella pertenece y sus propixs colegas, dieron un paso atrás y la dejaron sola en la línea de fuego.
Así lxs niñxs abusadxs no encuentran psicólogxs que se jueguen por lo que escuchan en sus consultorios.
Así andan por ahí una manga de perversxs sueltxs hablando de SAP y emoción violenta, para decir lo que ya científica, legal y éticamente no se puede sostener en ninguna parte: que las víctimas tienen la culpa.
Cualquier parecido con la dictadura – cuando no tenía sentido denunciar porque no había dónde ni a quién – no lo dudes: es una patética e inmutable consecuencia.
- ¡Síndrome de Alienación Parental (SAP)! - gritan lxs violadorxs que han quedado al descubierto, queriendo acusar a madres, padres, abuelxs y profesionales que dejan su vida por impedir que un/ niñx sea revinculadx con sus abusadorxs.
La ciencia, la Honorable Cámara de Diputados de la Nación y la ley ya les dijo que ese argumento no vale, que es mentira… ¡a otro perro con ese hueso!
Daniela – la oreja gigante dadora de voz – espera justicia y todxs nosotrxs debemos ponernos con ella delante de la manifestación, con el pecho inflado de conciencia cívica y la pluma lista para dibujar casitas con jardín y perro, dónde nuestrxs niñxs vengan a la vida para ser testigxs de una humanidad responsable de que sean felices, y no de ser cómplice de sus infiernos.

Daniela Lezcano
www.maltratocero.org

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