miércoles, 31 de octubre de 2012

Voy a seguir

Voy a seguir creyendo, aún cuando la gente pierda la esperanza

Voy a seguir dando amor, aunque otros siembren odio.

Voy a seguir construyendo, aún cuando otros destruyan.

Voy a seguir hablando de Paz, aún en medio de una guerra.


Voy a seguir iluminando, aún en medio de la oscuridad.

Y seguiré sembrando, aunque otros pisen la cosecha.

Y seguiré gritando, aún cuando otros callen.

Y dibujaré sonrisas, en rostros con lágrimas

Y transmitiré alivio, cuando vea dolor

Y regalaré motivos de alegría donde solo haya tristezas.

Invitaré a caminar al que decidió quedarse

y levantaré los brazos, a los que se han rendido.

Porque en medio de la desolación, siempre habrá un niño que nos mirará, esperanzado, esperando algo de nosotros, y aún en medio de una tormenta, por algún lado saldrá el sol y en medio del desierto crecerá una planta.

Siempre habrá un pájaro que nos cante, un niño que nos sonría y una mariposa que nos brinde su belleza.

Pero...si algún día ves que ya no sigo, no sonrío o callo, solo acércate y dame un beso, un abrazo o regálame una sonrisa, con eso será suficiente, seguramente me habrá pasado que la vida me abofeteó

y me sorprendió por un segundo.

Solo un gesto tuyo hará que vuelva a mi camino.

Nunca lo olvides........

Y recuerda: la felicidad está al alcance de tu mano solo has de alargar tus dedos.

Linda Clown


Graciasss querida July!

martes, 30 de octubre de 2012

Y en esa zona ambigua

 “Lo importante no es lo que se hace de nosotros, sino lo que hacemos nosotros mismos con los que nos hicieron“. 
Jean Paul Sartre 
Y en esa zona ambigua
uno lucha
para abrir
esa presencia
Nos obliga
a confesar
de que se trata.
A conseguir...
Nos convoca
a buscar
a aportar
de una forma oscura
de destrucción
la palabra
echa luz

Mané
 
 

 

Nunca Más - Informe de la Conadep - Septiembre de 1984 Por ERNESTO SÁBATO

Durante la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda, fenómeno que ha ocurrido en muchos otros países. Así aconteció en Italia, que durante largos años debió sufrir la despiadada acción de las formaciones fascistas, de las Brigadas Rojas y de grupos similares. Pero esa nación no abandonó en ningún momento los principios del derecho para combatirlo, y lo hizo con absoluta eficacia, mediante los tribunales ordinarios, ofreciendo a los acusados todas las garantías de la defensa en juicio; y en ocasión del secuestro de Aldo Moro, cuando un miembro de los servicios de seguridad le propuso al General Della Chiesa torturar a un detenido que parecía saber mucho, le respondió con palabras memorables: «Italia puede permitirse perder a Aldo Moro. No, en cambio, implantar la tortura».
No fue de esta manera en nuestro país: a los delitos de los terroristas, las Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo infinitamente peor que el combatido, porque desde el 24 de marzo de 1976 contaron con el poderío y la impunidad del Estado absoluto, secuestrando, torturando y asesinando a miles de seres humanos.
Nuestra Comisión no fue instituída para juzgar, pues para eso estan los jueces constitucionales, sino para indagar la suerte de los desaparecidos en el curso de estos años aciagos de la vida nacional. Pero, después de haber recibido varios miles de declaraciones y testimonios, de haber verificado o determinado la existencia de cientos de lugares clandestinos de detención y de acumular más de cincuenta mil páginas documentales, tenemos la certidumbre de que la dictadura militar produjo la más grande tragedia de nuestra historia, y la más salvaje. Y, si bien debemos esperar de la justicia la palabra definitiva, no podemos callar ante lo que hemos oído, leído y registrado; todo lo cual va mucho más allá de lo que pueda considerarse como delictivo para alcanzar la tenebrosa categoría de los crímenes de lesa humanidad. Con la técnica de la desaparición y sus consecuencias, todos los principios éticos que las grandes religiones y las más elevadas filosofías erigieron a lo largo de milenios de sufrimientos y calamidades fueron pisoteados y bárbaramente desconocidos.
Son muchísimos los pronunciamientos sobre los sagrados derechos de la persona a través de la historia y, en nuestro tiempo, desde los que consagró la Revolución Francesa hasta los estipulados en las Cartas Universales de Derechos Humanos y en las grandes encíclicas de este siglo. Todas las naciones civilizadas, incluyendo la nuestra propia, estatuyeron en sus constituciones garantías que jamás pueden suspenderse, ni aun en los más catastróficos estados de emergencia: el derecho a la vida, el derecho a la integridad personal, el derecho a proceso; el derecho a no sufrir condiciones inhumanas de detención, negación de la justicia o ejecución sumaria.
De la enorme documentación recogida por nosotros se infiere que los derechos humanos fueron violados en forma orgánica y estatal por la represión de las Fuerzas Armadas. Y no violados de manera esporádica sino sistemática, de manera siempre la misma, con similares secuestros e idénticos tormentos en toda la extensión del territorio. ¿Cómo no atribuirlo a una metodología del terror planificada por los altos mandos? ¿Cómo podrían haber sido cometidos por perversos que actuaban por su sola cuenta bajo un régimen rigurosamente militar, con todos los poderes y medios de información que esto supone? ¿Cómo puede hablarse de «excesos individuales»? De nuestra información surge que esta tecnología del infierno fue llevada a cabo por sádicos pero regimentados ejecutores. Si nuestras inferencias no bastaran, ahí están las palabras de despedida pronunciadas en la Junta Interamericana de Defensa por el jefe de la delegación argentina, General Santiago Omar Riveros, el 24 de enero de 1980: «Hicimos la guerra con la doctrina en la mano, con las órdenes escritas de los Comandos Superiores» . Así, cuando ante el clamor universal por los horrores perpetrados, miembros de la Junta Militar deploraban los «excesos de la represión, inevitables en una guerra sucia» , revelaban una hipócrita tentativa de descargar sobre subalternos independientes los espantos planificados.
Los operativos de secuestro manifestaban la precisa organización, a veces en los lugares de trabajo de los señalados, otras en plena calle y a la luz del día, mediante procedimientos ostensibles de las fuerzas de seguridad que ordenaban «zona libre» a las comisarías correspondientes. Cuando la víctima era buscada de noche en su propia casa, comandos armados rodeaban la manzanas y entraban por la fuerza, aterrorizaban a padres y niños, a menudo amordazándolos y obligándolos a presenciar los hechos, se apoderaban de la persona buscada, la golpeaban brutalmente, la encapuchaban y finalmente la arrastraban a los autos o camiones, mientras el resto de comando casi siempre destruía o robaba lo que era transportable. De ahí se partía hacia el antro en cuya puerta podía haber inscriptas las mismas palabras que Dante leyó en los portales del infierno: «Abandonad toda esperanza, los que entrais».
De este modo, en nombre de la seguridad nacional, miles y miles de seres humanos, generalmente jóvenes y hasta adolescentes, pasaron a integrar una categoría tétrica y fantasmal: la de los Desaparecidos. Palabra - ¡triste privilegio argentino! - que hoy se escribe en castellano en toda la prensa del mundo.
Arrebatados por la fuerza, dejaron de tener presencia civil. ¿Quiénes exactamente los habían secuestrado? ¿Por qué? ¿Dónde estaban? No se tenía respuesta precisa a estos interrogantes: las autoridades no habían oído hablar de ellos, las cárceles no los tenían en sus ¦ldas, la justicia los desconocía y los habeas corpus sólo tenían por contestación el silencio. En torno de ellos crecía un ominoso silencio. Nunca un secuestrador arrestado, jamás un lugar de detención clandestino individualizado, nunca la noticia de una sanción a los culpables de los delitos. Así transcurrían días, semanas, meses, años de incertidumbres y dolor de padres, madres e hijos, todos pendientes de rumores, debatiéndose entre desesperadas expectativas, de gestiones innumerables e inutiles, de ruegos a influyentes, a oficiales de alguna fuerza armada que alguien les recomendaba, a obispos y capellanes, a comisarios. La respuesta era siempre negativa.
En cuanto a la sociedad, iba arraigándose la idea de la desprotección, el oscuro temor de que cualquiera, por inocente que fuese, pudiese caer en aquella infinita caza de brujas, apoderándose de unos el miedo sobrecogedor y de otros una tendencia consciente o inconsciente a justificar el horror: «Por algo será», se murmuraba en voz baja, como queriendo así propiciar a los terribles e inescrutables dioses, mirando como apestados a los hijos o padres del desaparecido. Sentimientos sin embargo vacilantes, porque se sabía de tantos que habían sido tragados por aquel abismo sin fondo sin ser culpable de nada; porque la lucha contra los «subversivos», con la tendencia que tiene toda caza de brujas o de endemoniados, se había convertido en una represión demencialmente generalizada, porque el epiteto de subversivo tenía un alcance tan vasto como imprevisible. En el delirio semántico, encabezado por calificaciones como «marxismo-leninismo», «apátridas» , «materialistas y ateos» , «enemigos de los valores occidentales y cristianos» , todo era posible: desde gente que propiciaba una revolución social hasta adolescentes sensibles que iban a villas-miseria para ayudar a sus moradores. Todos caían en la redada: dirigentes sindicales que luchaban por una simple mejora de salarios, muchachos que habían sido miembros de un centro estudiantil, periodistas que no eran adictos a la dictadura, psicólogos y sociólogos por pertenecer a profesiones sospechosas, jóvenes pacifistas, monjas y sacerdotes que habían llevado las enseñanzas de Cristo a barriadas miserables. Y amigos de cualquiera de ellos, y amigos de esosamigos, gente que había sido denunciada por venganza personal y por secuestrados bajo tortura. Todos, en su mayoría inocentes de terrorismo o siquiera de pertenecer a los cuadros combatientes de la guerrilla, porque éstos presentaban batalla y morían en el enfrentamiento o se suicidaban antes de entregarse, y pocos llegaban vivos a manos de los represores.
Desde el momento del secuestro, la víctima perdía todos los derechos; privada de toda comunicación con el mundo exterior, confinada en lugares desconocidos, sometida a suplicios infernales, ignorante de su destino mediato o inmediato, susceptible de ser arrojada al río o al mar, con bloques de cemento en sus pies, o reducida a cenizas; seres que sin embargo no eran cosas, sino que conservaban atributos de la criatura humana: la sensibilidad para el tormento, la memoria de su madre o de su hijo o de su mujer, la infinita verguenza por la violación en público; seres no sólo poseídos por esa infinita angustia y ese supremo pavor, sino, y quizás por eso mismo, guardando en algún rincón de su alma alguna descabellada esperanza.
De estos desamparados, muchos de ellos apenas adolescentes, de estos abandonados por el mundo hemos podido constatar cerca de nueve mil. Pero tenemos todas las razones para suponer una cifra más alta, porque muchas familias vacilaron en denunciar los secuestros por temor a represalias. Y aun vacilan, por temor a un resurgimiento de estas fuerzas del mal.
Con tristeza, con dolor hemos cumplido la misión que nos encomendó en su momento el Presidente Constitucional de la República. Esa labor fue muy ardua, porque debimos recomponer un tenebrosos rompecabezas, después de muchos años de producidos los hechos, cuando se han borrado liberadamente todos los rastros, se ha quemado toda documentación y hasta se han demolido edificios. Hemos tenido que basarnos, pues, en las denuncias de los familiares, en las declaraciones de aquellos que pudieron salir del infierno y aun en los testimonios de represores que por oscuras motivaciones se acercaron a nosotros para decir lo que sabían.
En el curso de nuestras indagaciones fuimos insultados y amenazados por los que cometieron los crímenes, quienes lejos de arrepentirse, vuelven a repetir las consabidas razones de «la guerra sucia» , de la salvación de la patria y de sus valores occidentales y cristianos, valores que precisamente fueron arrastrados por ellos entre los muros sangrientos de los antros de represión. Y nos acusan de no propiciar la reconciliación nacional, de activar los odios y resentimientos, de impedir el olvido. Pero no es así: no estamos movidos por el resentimiento ni por el espíritu de venganza; sólo pedimos la verdad y la justicia, tal como por otra parte las han pedido las iglesias de distintas confesiones, entendiendo que no podrá haber reconciliación sino después del arrepentimiento de los culpables y de una justicia que se fundamente en la verdad. Porque, si no, debería echarse por tierra la trascendente misión que el poder judicial tiene en toda comunidad civilizada. Verdad y justicia, por otra parte, que permitirán vivir con honor a los hombres de las fuerzas armadas que son inocentes y que, de no procederse así, correrían el riesgo de ser ensuciados por una incriminación global e injusta. Verdad y justicia que permitirán a esas fuerzas considerarse como auténticas herederas de aquellos ejércitos que, con tanta heroicidad como pobreza, llevaron la libertad a medio continente.
Se nos ha acusado, en fin, de denunciar sólo una parte de los hechos sangrientos que sufrió nuestra nación en los últimos tiempos, silenciando los que cometió el terrorismo que precedió a marzo de 1976, y hasta, de alguna manera, hacer de ellos una tortuosa exaltación. Por el contrario, nuestra Comisión ha repudiado siempre aquel terror, y lo repetimos una vez más en estas mismas páginas. Nuestra misión no era la de investigar sus crimenes sino estrictamente la suerte corrida por los desaparecidos, cualesquiera que fueran, proviniesen de uno o de otro lado de la violencia. Los familiares de las víctimas del terrorismo anterior no lo hicieron, seguramente, porque ese terror produjo muertes, no desaparecidos. Por lo demás el pueblo argentino ha podido escuchar y ver cantidad de programas televisivos, y leer infinidad de artículos en diarios y revistas, además de un libro entero publicado por el gobierno militar, que enumeraron, describieron y condenaron minuciosamente los hechos de aquel terrorismo.
Las grandes calamidades son siempre aleccionadoras, y sin duda el más terrible drama que en toda su historia sufrió la Nación durante el periodo que duró la dictadura militar iniciada en marzo de 1976 servirá para hacernos comprender que únicamente la democracia es capaz de preservar a un pueblo de semejante horror, que sólo ella puede mantener y salvar los sagrados y esenciales derechos de la criatura humana. Unicamente así podremos estar seguros de que NUNCA MÁS en nuestra patria se repetirán hechos que nos han hecho trágicamente famosos en el mundo civilizado.

ERNESTO SÁBATO.

 

 A poco de hacerse cargo del gobierno, el presidente Raúl Alfonsín ordenó el procesamiento de las Juntas Militares que gobernaron durante la dictadura militar (1976 - 83), responsables, en última instancia, de los horrores cometidos y nombró una comisión para investigar esos crímenes (CONADEP). 
Como presidente fue designado Ernesto Sábato. Al cabo de nueve meses, esa comisión expidió sus conclusiones, resumidas en el libro Nunca más, que lleva un prólogo escrito por el propio Sábato

La eva negra madre de la humanidad

La ciencia lo afirma: todos nosotros, hasta los más racistas, descendemos de africanos.
Más concretamente, de una sola mujer negra que habitó las sabanas africanas hace unos 150.000 años.
Con justa razón, los científicos la han bautizado como ‘la Eva negra’.
A pesar de que durante milenios todas las culturas humanas han fantaseado con orígenes de la especie humana tan disparatados como la bíblica leyenda de Adán y Eva, estudios recientes, como el llevado a cabo en 1986 por Cann, Stoneking y Wilson, de la Universidad de California, en Berkeley, han aclarado el misterio definitivamente.
Confirmado más tarde por genetistas de la Universidad de Oxford como Bryan Sykes y Richard Dawkins, la verdadera historia de nuestro linaje se ha develado: comenzó en África.
Y durante cientos de miles de años, permaneció allí.
Al decir de Dawkins: “Tenemos a África en nuestra sangre y África tiene nuestros huesos. Todos somos africanos. Este solo hecho hace del ecosistema de África un objeto de singular fascinación. Se trata de la comunidad que nos moldeó, la comunidad de animales y plantas en la que realizamos nuestro aprendizaje ecológico”.
La clave para la resolución de este enigma ha sido la lectura del ADN mitocondrial, que se transmite únicamente por vía matrilineal, es decir, de madre a hija.
Todos los linajes mitocondriales confluyen hasta terminar en una sola madre, una sola mujer, la verdadera Eva de la humanidad de la que descendemos todos los seres humanos.
Esta mujer vivió en una fecha aproximada de entre 100.000 y 200.000 años atrás, y era una negra bosquimanade África Central.
Más tarde, en busca de caza abundante, los descendientes de Eva iniciaron la larga marcha hacia las fuentes del alimento que comenzó con el nomadismo de pequeños grupos tribales.
Lo que se convirtió en las masivas migraciones humanas que todavía hoy se desencadenan a partir del hambre, las guerras, las pestes y el cambio climático.
A pie, con seguridad acarreando en hombros a los más débiles, nuestros antepasados cruzaron desde el Cuerno de África por un istmo en el estrecho Bab el-Mandeb hasta el actual Yemen.
En una etapa posterior rodearon la cuenca mediterránea hasta alcanzar la región balcánica y de allí se desparramaron para poblar Asia y Europa.
La última parte del planeta en ser habitada, miles de años más tarde, fue el continente americano, de norte a sur, desde Alaska a la Patagonia.
Esta increíble y conmovedora epopeya de nuestros antepasados nos deja algunas certidumbres.
La primera, la más obvia, es que los racismos, clasismos, nacionalismos e integrismos que suelen separarnos no tienen la más remota razón de ser, ya que todos somos parientes.
La segunda, que las migraciones humanas han sido, y son, una potente herramienta de supervivencia desde los orígenes de nuestra especie.
Emigrar en busca de comida, de paz, de seguridad, de educación, es un anhelo común a todos los seres humanos, metido en nuestro ADN, que compartimos con los que hoy atraviesan el Estrecho en pateras en pos del ‘sueño europeo’.
Eva, la de la piel oscura y el vientre tan prolífico que llegó a albergar en él a toda la humanidad, hoy, tus hijos te saludan.


Nedobandam
almas negras positivas

Muchoooo hay siempre que aprender
en la retórica del discurso
para lograr que la palabra dada
sea justa
la realidad es, la palabra

 es lo único que poseemos
y nos da dignidad!

Mané 

lunes, 29 de octubre de 2012

alétheia

Heidegger comienza su discurso de la reapropiación de la alétheia en su obra magna Ser y Tiempo y expande el concepto en su "Introducción a la Metafísica". En "El origen de la obra de arte", describe al arte como un medio para abrirse a la verdad[1] (en griego ἀλήθεια, "Verdad"), es el concepto filosófico que se refiere a la sinceridad de los hechos y la realidad. Literalmente la palabra significa "aquello que no está oculto", "aquello que es evidente", lo que es verdadero.
También hace referencia al "desocultamiento del ser".
Este es un concepto significativo en los estudios filosóficos y epistemológicos, porque al definir la verdad como alétheia en lugar de correspondiente o coherente, representa una total separación de la filosofía tradicional de la filosofía antigua.[cita requerida]
Durante la primera mitad del siglo XX, Martin Heidegger recuperó la alétheia y desarrolló la noción a la forma en que se conoce en la contemporaneidad como un intento de entender la "Verdad". Heidegger le dio un análisis etimológico al término y le dio el sentido a esta como "hacer evidente".
Por lo tanto, la alétheia es distinta de otras bien conocidas conceptualizaciones acerca de la verdad, las cuales la describen como un estado de cosas (teoría de la correspondencia), mientras que Heidegger se centra en la elucidación de un significado de verdad que es presocrático.
En principio, alétheia es la verdad, la cual aparece cuando algo es visto o revelado. Se trata de tomar algo oculto y hacerlo evidente. Tiene que ver con lo que aparece.
Al permitir que algo aparezca es entonces el primer acto de verdad. Por ejemplo, se presta atención a aquello que de alguna manera aparece.
Para entender el concepto de espacio, es necesario que este aparezca de algún modo. Lo falso es por lo tanto aquello que no aparece.
Heidegger comienza su discurso de la reapropiación de la alétheia en su obra magna Ser y Tiempo y expande el concepto en su "Introducción a la Metafísica".
 En "El origen de la obra de arte", describe al arte como un medio para abrirse a la verdad[1]

Tenemos que amarla

Foto

Nosotros dos

Tu y yo
siempre somos
en libertad
dos voluntades
honestas y sinceras
construyendo - nos
en un nuevo mundo
de a dos
con todo lo que uno es!

Mané

viernes, 26 de octubre de 2012

La lata


Esa que te doy

a lo largo de tu historia

entre respuestas moralizantes

zanjando debates

de conciencia

la tuya y la mía

en caída libre.

Hoy,

entiendo tu límite

de paciencia

en el nudo

de mi garganta!

Mané
 

 

jueves, 25 de octubre de 2012

Reconocer o dominar

Idealización mistificadora del amor” en las mujeres; “temor y rechazo a la intimidad” en los varones. Pero, también, “padres jóvenes, que cuidan de sus bebés sin intermediación de las madres, lo cual sólo puede sostenerse en identificaciones masculinas con la función materna”. La autora reexamina las cuestiones de género poniendo el eje en “fundar representaciones y prácticas de la feminidad y de la masculinidad que no impliquen sometimiento ni dominio”.

Por Irene Meler *
Encuentro de gran interés y acuciante actualidad la indagación psicoanalítica acerca de si el amor genital heterosexual implica, de modo obligado, la idealización mistificadora del amor por parte de las mujeres, quienes anhelan estabilidad y protección, y, por parte de los varones, temor y rechazo a la intimidad, disociación del objeto amoroso e intentos de dominar a su compañera sentimental. Estas tendencias se encuentran de modo reiterado en la experiencia clínica, por penoso que resulte a algunos de nosotros, comprometidos con la paridad entre los géneros. En especial, se observan, entre las mujeres, la persistencia de la idealización de tener un hombre como pareja, tal como lo expuso Emilce Dio Bleichmar (El feminismo espontáneo de la histeria, 1985), y la tendencia a mimetizarse con los puntos de vista de su compañero amoroso. El desarrollo educativo y laboral autónomo muchas veces no va de la mano con la independencia de criterio y el sostén de la autonomía respecto de las opiniones del hombre amado. La pregunta clave se refiere a si estamos ante una constelación intersubjetiva estructural o si se trata del sedimento psíquico de siglos de dominación social masculina. Suscribo esta última postura.
El relato de Jessica Benjamin sobre el desarrollo evolutivo (Sujetos iguales, objetos de amor, 1997) ubica las fuentes de esta modalidad de establecimiento de la diferencia sexual a mediados del segundo año de vida. Según esta autora, el infante homologa a la madre con la protección regresiva e identifica al padre con el mundo atractivo, deseable y estimulante. Dado que las identificaciones del varón con el padre están facilitadas, mientras que la niña las encuentra limitadas –porque entre otros aspectos, el padre suele ser renuente a ofrecerse a ella como modelo–, ella emerge de este período con un sentido depresivo del propio ser.
La fatalidad del destino femenino que se insinúa en este relato puede ser superada si reconocemos que las madres no son lo que solían ser. Una madre autónoma y comprometida con el mundo puede también representar el “afuera” estimulante y excitante, alternando con períodos en que alberga de modo continente la angustia infantil. Esta situación ya no es tan infrecuente, y suponemos de modo verosímil que irá en aumento. Disponer de un modelo femenino de agencia y autoría contribuirá sin duda a mejorar las posibilidades de las mujeres para acceder a una expansión del yo y a un despliegue de sus capacidades instrumentales.

Desidentificación

Ralph Greenson (“Desidentificarse de la madre: su especial importancia para el niño varón”, en Revista Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados Nº 21) describió el proceso de desidentificación del niño varón con respecto de la madre, que se produce a fines del primer año de vida y que, a su juicio, resulta imprescindible para superar la fusión identificatoria inicial y adquirir una identidad masculina que, por lo mismo, es siempre precaria y reactiva. Jessica Benjamin analizó estas cuestiones unos años después, por lo que sus modelos teóricos se vieron influidos por la fluidez posmoderna. Ella considera que el proceso de desidentificación, tal como fue descrito por Greenson y efectivamente practicado en los pueblos primitivos a través de prologados y traumáticos rituales de iniciación masculina, no es imprescindible en la actualidad para establecer la masculinidad subjetiva, que puede integrar las identificaciones con la madre en lugar de repudiarlas. Ella percibe el género como una organización alternante, fluctuante y compleja.

Sedimento

En la pubertad y adolescencia, es frecuente que los varones invistan la propia excitación y experimenten a las jóvenes como objetos intercambiables, mientras que todavía muchas mujeres adolescentes aspiran a una relación amorosa con visos de totalidad e ilusiones de permanencia. Esta diferencia ¿sexual? alude a los caminos diversos para la construcción de un yo. El yo prototípicamente masculino se adueña de su deseo, presume de su soberanía, mientras que el yo construido como femenino se aliena en un objeto idealizado. Desde mi perspectiva, éste es el sedimento subjetivo de milenios de subordinación social. El proceso intersubjetivo a través del que se reproduce pasa por la oferta identificatoria que los padres suelen hacer a los hijos varones, ya que desean que se les asemejen.
Cuando las niñas ven obstruido su deseo de identificarse con el padre, debido a modelos de crianza modernos que enfatizan la polaridad genérica y cultivan una feminidad convencional, buscan más tarde modelos femeninos valorizados entre sus profesoras o en sus analistas. Igualmente, el sentimiento de agencia subjetiva se constituye con mayor dificultad, si se compara con los varones, y esto explica la frecuencia con que observamos actitudes de dependencia respecto del compañero amoroso.

Nuevos hijos

La integración por parte del niño varón de sus identificaciones con la madre, que hoy en día está menos obstruida por procesos culturales de masculinización compulsiva, disminuye la homofobia característica de la masculinidad moderna, construida sobre el repudio de la vulnerabilidad. Por otra parte, la tendencia extendida entre los padres jóvenes que, en los casos cada vez más frecuentes de divorcios tempranos, cuidan de sus bebés sin intermediación de las madres, sólo puede sostenerse en las identificaciones masculinas con la función materna ejercida por sus progenitoras. Los hijos de estos “nuevos padres” ya dispondrán de identificaciones con la actividad paternal de prodigar cuidados primarios.

Leche

Jessica Benjamin destaca la importancia del duelo masculino por no ser la madre. Este complejo sería fácil de corroborar en el uso coloquial de la denominación de “leche” para referirse al semen, muy frecuente entre nosotros; algunos pueblos primitivos tienen instituidas prácticas de fellatio como ritual de masculinización, que usurpa el rol nutricio de las madres al alimentar con semen a los novicios. Estas prácticas están también extendidas como preferencia erótica en las relaciones heterosexuales de Occidente. Otro indicador puede hallarse en la práctica social de la invitación a cenar, un recurso habitual del cortejo amoroso masculino que invierte ilusoriamente la relación inicial entre la madre y el niño.

Excelencia

El amor identificatorio y el amor objetal no son excluyentes. Tal como lo he planteado en publicaciones anteriores, la elección de un varón que representa los propios ideales sociales, tan frecuente entre las mujeres tradicionales, es una amalgama entre el amor y los deseos de identificación. El caso de Alma Mahler, una mujer que elegía como objetos de amor a varones creativos y admirados por ella, es representativo de esta situación subjetiva, donde el propio ser adquiere, de modo ilusorio, una excelencia derivada de los logros del objeto amado.

Preferencias

Nancy Chodorow Chodorow (“Heterosexuality as a compromise formation”, en Femininities, Masculinities, Sexualities. Freud and beyond, 1994) advierte que las elecciones amorosas son muy particularizadas, y responden a una historia personal que puede ser relevada, y que esto ocurre tanto en las elecciones homo como heterosexuales. La historia biográfica se articula de modo inevitable con los relatos y experiencias colectivos y suele darse por eso una tendencia hacia la homogamia (elección dentro del mismo grupo) étnica y de clase. En ese contexto, pienso que las transgresiones a ese imperativo homogámico pueden decodificarse como expresión de la rebeldía ante los padres. Pero cada cual manifiesta un patrón inconsciente de elecciones amorosas, tales como la vocación de algunas mujeres por los varones casados o la preferencia varonil por mujeres coquetas, etcétera. De modo que cada heterosexualidad particular requiere una comprensión psicodinámica específica.
En el campo de las homosexualidades ocurre algo semejante. Algunos homosexuales o lesbianas reportan haber experimentado muy tempranamente atracción hacia personas de su mismo sexo, mientras que otros refieren que se han volcado hacia una opción homosexual en su vida adulta. Es decir que en ambas situaciones los sentimientos y deseos sexuales pueden ser decodificados mediante un enfoque psicodinámico de las experiencias biográficas, y la heterosexualidad, tal como lo expresa Chodorow, no puede ser explicada mediante una referencia al dimorfismo sexual.

Lucifer

Tanto Robert Stoller (“La hostilidad y el misterio en la perversión”, revista Zona Erógena. Nº 37, 1998) como Otto Kernberg (Relaciones amorosas. Normalidad y patología, 2005) consideran que la estructura de la excitación erótica es similar para todos; lo que marca la diferencia entre normalidad y perversión se refiere a la cualidad del vínculo con el otro, íntimo en un caso, impersonal y explotador en el otro. Se encuentran diversas variantes de estas modalidades vinculares tanto entre los heterosexuales como entre los homosexuales –si es que esta divisoria de aguas se sostiene en la actualidad–. Para Stoller, la perversión se caracteriza por el deseo de humillar al partenaire, vengándose así de los traumas padecidos en la infancia. Sin embargo, diversos autores coinciden en que la pasión amorosa involucra, entre otros aspectos, fantasías de dominio-subordinación. Este aspecto del amor, que André Green (La metapsicología revisitada, 1996) denomina “Lucifer amor” es de difícil combinación con las descripciones acerca del amor genital: Kernberg lo define como “la capacidad de ternura y una relación de objeto estable y profunda con una persona del otro sexo”, con lo cual ubica el amor genital oblativo del lado de la heterosexualidad. Este autor considera que se requiere una incorporación de los ideales sociales para obtener una adecuada identidad de género y constituir una elección heterosexual de objeto, con lo cual reconoce de modo implícito la eficacia de la regulación social de la sexualidad. Chodorow, en cambio, piensa que en toda pasión amorosa pueden encontrarse los ingredientes característicos descritos por Mac Dougall para las perversiones, tales como una elección de objeto y una meta específicas y acotadas, un deseo compulsivo, una relación adictiva, etcétera, y que éstos explican el atractivo e intensidad de esas relaciones. También destaca que el nexo entre perversión y masculinidad es más estrecho de lo que suele encontrarse entre las mujeres, con lo que no hace más que coincidir con Freud (“La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna”, 1908).

Dominio

Si hasta ahora la diferencia sexual ha naufragado en la asimetría jerárquica, la progresiva obtención de la paridad social entre los géneros tal vez funde una representación colectiva de la diferencia entre los sexos, que reconozca la diversidad subjetiva y las variantes de la identidad y del deseo sin sancionarlas psicopatológicamente de modo ideológico. Pero el desafío mayor continúa siendo, a mi entender, fundar representaciones y prácticas de la feminidad y de la masculinidad que no impliquen sometimiento ni dominio. Para ese propósito se requiere superar la lógica del narcisismo fálico, donde lo diferente se asimila a lo anormal, a lo inhumano, o en el mejor de los casos a lo inferior.
Los relatos psicoanalíticos que han homologado el reconocimiento subjetivo de la diferencia sexual con la asunción de la identidad de género, la normalización del deseo y la salud mental, debieran ser interrogados a la luz de la reiterada constatación de que la diferencia entre los sexos, lejos de estar establecida en el orden simbólico vigente, es una representación a construir en un largo y trabajoso proceso de democratización. Las representaciones disponibles han naufragado en el establecimiento de jerarquías sociales sobre la base del sexo.
Por otra parte, para quienes estudiamos la subjetividad es de gran interés dialogar con el pensamiento de los/as activistas políticos: feministas que militan por políticas públicas que den cuenta de las necesidades actuales de las mujeres, o sujetos queer que reclaman reconocimiento para sus modos diversos de construir identidades y deseos. Es necesario evitar el recurso a las identidades esenciales, reificadas y transhistóricas, que fatalmente naufraga en el reduccionismo biologista. Pero también conviene matizar la perspectiva postestructuralista que enfatiza la construcción social histórica de las subjetividades, para dar espacio a la agencia crítica del sujeto, a la capacidad subjetiva de incidir en el socius que nos constituye, reformulando –de modo siempre parcial y gradual– el orden simbólico que nos ha recibido en este mundo.
Desde mi perspectiva no se trata de demoler el sistema de géneros, porque considero que la mayor parte de la población humana, a la vez que sufre las regulaciones del sistema sexo-género en sus aspectos normalizadores y restrictivos, también las disfruta, en tanto alternativas de identificación y de construcción deseante.
Los sujetos queer plantean la necesidad de reconocer identidades donde sexo, género y deseo se combinen de modos complejos y no lineales, y sin duda éste es un derecho humano que debe ser reconocido. Pero desimplicar diferencia de jerarquía es una tarea –teórica y política– que resulta central para la mayor parte de los sujetos, tanto femeninos como masculinos. Deseo creer que es una tarea posible: que no es inevitable que toda diferencia naufrague en el establecimiento de relaciones jerárquicas. Esta imagen de un futuro posible no supone una paz idílica y sin conflictos. Tal como lo plantea Jessica Benjamin, la tensión entre autoafirmación y reconocimiento del otro está siempre presente; se trata de mantenerla vigente y no permitir que colapse en una relación de dominio-sometimiento.
* Directora del Curso de Actualización en Psicoanálisis y Género (APBA y Universidad John F. Kennedy) y codirectora de la Maestría en Estudios de Género (UCES). El texto está compuesto por fragmentos de la conferencia “Género y subjetividad. La diferencia, ¿es sexual?”, dictada en el XIII Congreso Metropolitano de Psicología, que se efectuó la semana pasada.

martes, 23 de octubre de 2012

SI AL ABORTO LEGAL

MARÍA EVA DUARTE Libro: En nombre de sus nombres Norma Segades Manias

MARÍA EVA DUARTE
Libro: En nombre de sus nombres
Capítulo: Nombres en los eclipses (mujeres argentinas)

Mientras la mayoría del pueblo la llora con desconsuelo, en algunas paredes de los barrios aristocráticos alguien escribe: “Viva el cáncer”. Tenía 33 años.
Buenos Aires/Argentina (1952)

Encarcelada adentro de mis pieles,
el alma se debate entre las llagas
que saquearon su cuerpo,
a pura furia,
en estas coordenadas del silencio
donde sucede el tiempo en espirales
y la agonía duele todavía.
Aunque el fétido aliento de la muerte
ya no rompa,
con uñas amarillas,
los baluartes del útero infecundo
donde engendrara el cáncer su paisaje.
Soy
apenas
la máscara de la hembra
que odiaron los señores biencomidos
desde lo más profundo de sus vísceras.
Soy Evita,
la intrusa resentida,
la virtuosa,
la puta,
la arrogante;
la que mantuvo un odio apasionado
por los olvidos,
por las injusticias.
Y alzó una represalia en torbellino
que consumió sus días
y sus noches
y el desleal desenfreno de su sangre.
Desterrándola al hondo cautiverio
de una perpetuidad inconmovible
donde habrán de golpearla,
mutilarla,
temerle hasta el espanto y la locura.
Condenarla a un atroz peregrinaje
al que será entregada por bastarda,
por hija de la chusma,
por fanática,
por conducir legiones desdentadas
hacia la dignidad que les adeuda
la rapiña legal de los farsantes.
Soy Evita,
la madre irrespetuosa,
la que no consintió con su destino
de sirvienta,
operaria,
costurera,
discreto pasatiempo de señores
en alguna evasión de mediatarde.
Y se jugó la vida
a todo o nada.
Porque tuvo el coraje,
la fiereza,
la razón, el arrojo, los ovarios
para parar el juego
y dar de nuevo.
A pesar del agravio interminable.

lunes, 22 de octubre de 2012

Soy Mané



He tenido la dicha 
de tener la mami
más bella del mundo
me ha enseñado todo
desde las miserias 
hasta las grandezas
más maravillosas 
que hay  y existe
en este mundo
Tengo
dos niños
dos príncipes
tres mundos
y la poesía
y me lleva a recorrer
todos los senderos
de luz y oscuridad
inimaginables
de mi loco y apasionado,
corazón
mi amor desenfrenado
a la vida,
a la paz,
al amor,
en su estado más puro
nacido en la génesis
de la libertad
A
mis amigos
y los del alma.
A
lo que descubro
en el día a día,
son parte 
de mi esencia
desde algún lugar,
no tan lejano.

mis enemigos
que son 
la ardua y fatigosa 
lucha del Ser
de elegir-se
quién uno 
es.
A
diferenciar-se
de lo que sí está 
y Es.
Y,  
Ser 
el indiferente
el que calla, 
el 
que está, en mí
ante la vergüenza 
cruel y sangrienta
del apego, 
los misterios…
la miseria.
Todos  
ellos; Soy!

Mané 

sábado, 20 de octubre de 2012

Amor de madre

Te adoro mi bien, decía
lleno de insensato ardor
un hombre a su amada un día
y la mujer se reía del amante y del amor.
¿Qué prueba te daré bastante,
le decía el tierno amante,
para hacerte creer en mí?
y agregaba suplicante:

¿ qué quieres?,
por ti haré cuanto me cuadre;
con el nombre de mi padre
mi existencia te daré,
¿o quieres que abone mi fe,
con las joyas de mi madre?
Con desdeñosa sonrisa
miraba el hombre la hermosa
y su afán le aguijoneaba.
Y con su voz espantosa,
pero dulce y cariñosa
le dijo: Quiero probar tu pasión.
¿Qué quieres?, dijo el hombre.
¡ De tu madre el corazón!
Como si escuchado hubiera
el rugido de una fiera
un grito dio el hijo herido
y a su vez lanzó un gemido
que horrorizó a la pantera.

La hermosa criminal
de la lucha se apercibió
y del poder se armó
de su belleza infernal.
Soltó sus sedosos cabellos,
tan diabólicos como bellos,
brillar hizo en su mirada
luminosos resplandores,
y en la boca perfumada
de besos embriagadores.

Mas cuando quiso llegar
a la hermosa, lleno de pasión,
ella con voz espantosa,
pero dulce y cariñosa,
le dijo otra vez:
¿Y el corazón?
en el alma del doncel
lucharon el bien y el mal,
mas, vencido aquél
hízose el hombre un chacal,
y con ese paso veloz
que nos lleva siempre al delito,
fuese el hijo aquel tras la voz
de su impuro amor maldito.

Dormida la madre estaba
en pobre y triste aposento,
todavía brillaba una oración
en su aliento,quizás si esta soñaba
la buena y santa mujer
con el hijo que venía;
débil luz derramaba una lamparilla,
luz que encendió la ternura
de un cariñoso amor maternal
de ese que buscar procura
sombra para su puñal.

Acercóse al santo lecho
a tientas buscóle el pecho
que fuente fue de su vida.
Se oyó un gemido, un extraño ruido
como el que causa la garra
del león enfurecido
que carne viva desgarra;
después se escuchaba
la respiración que ahogaba
a aquel hijo criminal,
y la sangre que goteaba
de la punta de un puñal;
guardó el hijo el corazón
de esa madre asesinada
y enceguecido de pasión
corrió a llevarlo a su amada.

Aguijoneado corrió
por la fiebre y el deseo,
pero al llegar tropezó
y por el suelo rodó
con su espantoso trofeo.
Y al dar en el pavimento
ese ensangrentado lío
murmuró con tierno acento:
¿Te has hecho daño, hijo mío?


José Dicenta Benedicto
1862 -1917
 


miércoles, 17 de octubre de 2012

17 de octubre Día de la lealtad

Como Día de la Lealtad se conoce en la Argentina a la conmemoración anual del 17 de octubre de 1945.
Ese día se produjo en Buenos Aires una gran movilización obrera y sindical que exigía la liberación del coronel Juan Domingo Perón, quien desde la Secretaría de Trabajo y Previsión Social creada a su pedido, promovió los derechos de los trabajadores.
Ese día la gente lleno las calles, festejando otro triunfo del pueblo sobre la oligarquía o como se la llama en criollo "Los Gorilas".
Es considerado como el día de nacimiento del peronismo y uno de sus máximos símbolos, así como uno de los momentos más importantes de la historia del movimiento obrero argentino.
Más allá del nombre dado por el Partido Justicialista, también es llamado Día de la Lealtad Peronista y 17 de Octubre; actualmente la fecha ya no es un feriado nacional
File:17deoctubre-enlafuente.jpg
17 de octubre de 1945. Las patas en la fuente. Buenos Aires, Argentina. Fecha: 17 de octubre de 1945. Autor: desconocido. La foto es de dominio público según la Ley 11.723, Artículo 34 argentina y sus modificaciones que establece que todas las obras fotográficas pasan al dominio público luego de pasados 25 años desde su primera publicación

Antecedentes históricos

El 4 de junio de 1943 militares nacionalistas dirigidos por el general Arturo Rawson desplazan por medio de un golpe de estado al presidente Ramón S. Castillo, último presidente de la llamada "Década Infame" una línea de gobiernos acusados de corruptos y que habían impuesto el llamado fraude patriótico desde el golpe militar que en 1930 encabezara el general José Félix Uriburu.
El movimiento obrero se mostró inicialmente perplejo frente al golpe e indeciso sobre la posición que se debía adoptar. Estaba dividido en cuatro centrales (CGT Nº1, CGT Nº2, USA y FORA). Una de las primeras medidas del gobierno fue disolver la CGT Nº2 (dirigida por el socialista Francisco Pérez Leirós), los empleados de comercio de Ángel Borlenghi y los sindicatos comunistas (construcción, carne, etc.), acusándola de extremista. Ello llevó a varios de los sindicatos que la integraban a volver a la CGT Nº1 (secretario general José Domenech). Poco después el gobierno sancionó una legislación sobre sindicatos, que si bien cumplía algunas expectativas sindicales, al mismo tiempo permitía la intervención de los mismos por parte del Estado. En seguida el gobierno militar hace uso de esa ley para intervenir los poderosos sindicatos ferroviarios y corazón de la CGT, la Unión Ferroviaria y La Fraternidad. En octubre una serie de huelgas fueron respondidas con el arresto de decenas de dirigentes obreros. Pronto resultó evidente que en el gobierno militar había influyentes sectores anti-sindicales.
En esas condiciones algunos dirigentes sindicales socialistas, sindicalistas revolucionarios y algunos comunistas, encabezados por Ángel Borlenghi (socialista y secretario general de la poderosa Confederación General de Empleados de Comercio en la disuelta CGT Nº2 socialista), Francisco Pablo Capozzi (La Fraternidad), Juan Atilio Bramuglia (Unión Ferroviaria), entre otros, decidieron, aunque con reservas y desconfianza, emprender una estrategia de alianzas, con algunos sectores del gobierno militar que compartían los reclamos sindicales. Entre los militares estaban los jóvenes coroneles Juan D. Perón y Domingo A. Mercante. (Baily,84; López, 401).
Los sindicalistas proponen a los militares crear una Secretaría de Trabajo, fortalecer la CGT y sancionar una serie de leyes laborales que aceptaran los reclamos históricos del movimiento obrero argentino. Poco después, la alianza entre sindicalistas y militares obtuvo que el gobierno militar designara a Perón como Director del Departamento de Trabajo, un cargo aparentemente sin valor alguno. Un mes después, consiguen elevar la jerarquía del organismo a Secretaría de Estado (2 de diciembre de 1943).
Desde la Secretaría de Trabajo, Perón, con el apoyo de los sindicatos empieza a desarrollar gran parte del programa sindical histórico: se crearon los tribunales de trabajo; se sancionó el Decreto 33.302/43 extendiendo la indemnización por despido a todos los trabajadores; más de dos millones de personas fueron beneficiados con la jubilación; se sancionó el Estatuto del Peón de Campo y el Estatuto del Periodista; se crea el Hospital Policlínico para trabajadores ferroviarios; se prohíben las agencias privadas de colocaciones; se crean las escuelas técnicas dirigidas a obreros; en 1944 se firmaron 123 convenios colectivos que alcanzaban a más de 1.400.000 obreros y empleados y en 1945 otros 347 para 2.186.868 trabajadores. Adicionalmente Perón logra derogar el decreto-ley que reglamentaba los sindicatos sancionado en los primeros días del gobierno militar.
En ese marco los sindicatos comenzaron un período de gran crecimiento, y lo que fue aún más decisivo, comenzaron a afiliar masivamente a los "nuevos" trabajadores, los que estaban migrando masivamente a la ciudad desde el interior del país, los llamados "morochos", "grasas" y "cabecitas negras" por las clases medias y altas, y los propios trabajadores "viejos" descendientes de la inmigración europea.
Poco después, algunos sindicatos que se habían mantenido alejados, la CGT Nº1, la USA y los gremios autónomos, comienzan a unificarse en torno de la Secretaría de Trabajo. Pero en sentido contrario, en septiembre de 1945, 4 importantes sindicatos se separan de la CGT: La Fraternidad, la Unión Obrera Textil, la Confederación de Empleados de Comercio y el Sindicato del Calzado.
La alianza entre sindicatos y el grupo de jóvenes militares encabezados por Perón generó inmediatamente una fuerte oposición de los sectores conservadores políticos, económicos y militares, con apoyo de la embajada de Estados Unidos (embajador Braden) que genera una alta polarización para 1945. Los hechos se sucedieron vertiginosamente.
El 12 de julio de 1945 los sindicatos dirigidos por Borlenghi realizan un acto masivo el centro de la ciudad de Buenos Aires (en Diagonal Norte y Florida). Al finalizar, la multitud de trabajadores comienzan a corear el nombre de Perón y lo proclaman como candidato a presidente. (López,412; Luna,156)
La manifestación obrera es respondida el 19 de septiembre por los sectores medios y altos con la Marcha de la Constitución y la Libertad, que reunió la extraordinaria cantidad de 200.000 personas, marchando del Congreso a los barrios de clase alta (Recoleta), donde apoyan al ex presidente Rawson que sale al balcón de su casa. (Luna,219)

Los días de octubre
Días después Rawson encabeza un planteo militar que fracasa pero poco después, el 8 de octubre de 1945, un enfrentamiento entre Perón y el general Eduardo Ávalos, jefe de la poderosa guarnición de Campo de Mayo es dirimido mediante una votación de los oficiales superiores que decide exigir la renuncia de Perón, que en esos momentos ejercía simultáneamente los cargos de vicepresidente de la nación, secretario de Guerra y secretario de Trabajo y Previsión, decisión aceptada por Perón, quien renunció al día siguiente a todos sus cargos.
El 10 de octubre en el momento que Perón deja el despacho, la CGT realiza un acto en su apoyo en la esquina de las calles Perú y Alsina. Perón pronuncia ante los allí reunidos un famoso discurso, que además se transmitió por radiofonía, en el que detalla un avanzado programa de reivindicaciones laborales.[1] El 11 de octubre Ávalos asumió el cargo de Ministro de Guerra y esa noche se realizó en el Círculo Militar (Palacio Paz) una reunión de casi 300 oficiales, entre los que se contaban unos 20 de la Marina, en la que se debatió el rumbo que se debía seguir, incluyendo la discusión sobre si mantener o no a Farrell en la presidencia y se recibió también la opinión del dirigente socialista Alfredo Lorenzo Palacios que propició que el gobierno se entregara a la Corte Suprema de Justicia. La asamblea decidió enviar una delegación a entrevistarse con Ávalos y, en realidad, los únicos puntos sobre los que habían concordado era pedir la inmediata convocatoria a elecciones, la designación de ministros civiles, el levantamiento del estado de sitio y la detención y procesamiento de Perón.[2] Cuando a la medianoche finalizaba la reunión por las radios se estaba difundiendo el decreto de convocatoria a elecciones.
Ese mismo día 11 hubo un encuentro de dirigentes opositores reunidos en torno a una Junta de Coordinación Democrática que, envalentonada por la marcha de los acontecimientos, decidió exigir al Ejército que el poder fuera entregado a la Corte Suprema de Justicia.[3] Luna señala la falta de realismo y el error táctico que importaba esta posición. Si bien el Ejército estaba dividido en sectores que tenían serios desacuerdos, ninguno de ellos podría aceptar entregar en ese momento el gobierno a la Corte pues implicaba reconocer una humillante derrota. Por otra parte, el presidente de la Corte era el Dr. Roberto Repetto, un jurista respetado pero carente de toda experiencia política.[4]
El 12 de octubre luego de recibir a la delegación militar Farrell solicitó la renuncia de todos los ministros, salvo Ávalos, y designó a Vernengo Lima como Ministro de Marina. Al mismo tiempo en los alrededores del Círculo Militar se realizó una manifestación espontánea de los sectores más conservadores y los estudiantes, que voceaba consignas antimilitaristas y mantiene virtualmente bloqueado el edificio. Circulaba además la exigencia de entrega del gobierno a la Corte. posición a la que si bien muchos no la consideraban la mejor, era la que permitía unificar a los sectores opuestos al gobierno.[5] Cuando en horas de la tarde una delegación de los civiles llevó esta postura a Ávalos, el Ministro de Guerra la consideró inaceptable, trató de tranquilizarlos y les informó que Perón sería detenido. La delegación regresó para informar a los manifestantes, que todavía estaban en el lugar, provocando visiblemente su irritación. En varias oportunidades se habían producidos choques entre elementos aliancistas y estudiantes pero hacia las nueve de la noche sin que hubiera una explicación clara sobre su origen hubo un violento tiroteo entre la policía y un grupo de manifestantes que arrojó el saldo de un muerto y más de cincuenta heridos.[6]
Perón y Eva se fueron en automóvil en la madrugada del jueves 11 con "Rudi" Freude, hijo de un amigo suyo, y Juan Duarte hacia San Nicolás primero y a una isla del Delta después, dejándole dicho a Mercante que si era preguntado no ocultara su paradero.
El 12 de octubre el presidente Farrell ordenó la detención de Perón y la policía fue a buscarlo a su departamento de la calle Posadas por lo que Mercante le comunicó al jefe de policía dónde se encontraba y al día siguiente guio al subjefe de policía mayor D'Andrea hasta la isla, desde donde fue llevado detenido a la cañonera Independencia, la que a su vez lo trasladó a la Isla Martín García.[7] Una vez detenido Perón el diario Crítica salió a la calle con el siguiente título en primera plana:
PERON YA NO CONSTITUYE UN PELIGRO PARA EL PAÍS:
El sábado 13 de octubre Farrell se entrevistó con el Procurador General de la Nación, Juan Álvarez (historiador) y le propuso que formara un gabinete como una suerte de primer ministro, siguiendo así una sugerencia del dirigente radical de Córdoba Amadeo Sabattini que le había transmitido Ávalos. Se trataba de una solución de compromiso en la cual sin transferir el poder a la Corte se encomendaba a un civil de prestigio la conducción del proceso que desembocaría en las elecciones. Álvarez se tomó su tiempo: un día para hacer consultas antes de aceptar el cargo y cuatro días más de consultas para elegir los candidatos, con lo cual recién tuvo la lista preparada el 17 de octubre.[8]
El domingo 14 Perón le escribió una carta a su amigo el coronel Mercante en la que le dice entre otras cosas:
Con todo, estoy contento de no haber hecho matar un solo hombre por mí y de haber evitado toda violencia. Ahora, he perdido toda posibilidad de seguir evitándolo y tengo mis grandes temores que se produzca allí algo grave... Le encargo mucho a Evita, porque la pobrecita tiene sus nervios rotos y me preocupa su salud.En cuanto me den el retiro, me caso y me voy al diablo.
El mismo día le envía otra a Eva, en la que dice entre otras cosas:
... Hoy he escrito a Farrell pidiéndole que me acelere el retiro, en cuanto salgo nos casamos y nos iremos a cualquier parte a vivir tranquilos... ¿Qué me decís de Farrell y de Avalos? Dos sinvergüenzas con el amigo. Así es la vida...Te encargo le digas a Mercante que hable con Farrell para ver si me dejan tranquilo y nos vamos al Chubut los dos....Trataré de ir a Buenos Aires por cualquier medio, de modo que puedes esperar tranquila y cuidarte mucho la salud. Si sale el retiro, nos casamos al día siguiente y si no sale, yo arreglaré las cosas de otro modo, pero liquidaremos esta situación de desamparo que tú tienes ahora...Con lo que yo he hecho estoy justificado ante la historia y se que el tiempo me dará la razón. Empezaré a escribir un libro sobre esto y lo publicaré cuanto antes, veremos entonces quien tiene razón...
El 15 de octubre la FOTIA declaró en Tucumán una huelga general, y esa misma noche hicieron lo mismo varios sindicatos de Rosario, exigiendo la libertad de Perón. Los obreros de la carne de Berisso se movilizan masivamente y el 16 de octubre entran en Ensenada. Lo mismo ocurría en Valentín Alsina, Lanús, Avellaneda y otras localidades del sur del Gran Buenos Aires. También al mediodía del 16 los obreros ferroviarios de Tafí Viejo habían abandonado los Talleres
El día miércoles 16 de octubre era día de pago de la quincena. El historiador radical Félix Luna cuenta:
Al ir a cobrar la quincena, los obreros se encontraron con que el salario del feriado 12 de octubre no se pagaba, a pesar del decreto firmado días antes por Perón. Panaderos y textiles fueron los más afectados por la reacción patronal. -¡Vayan a reclamarle a Perón!- era la sarcástica respuesta.[9]
En la noche del miércoles 16 se reunió el Comité Confederal de la Confederación General del Trabajo y luego de un largo debate se decidió declarar una huelga para el 18. El motivo del paro se expresó en una serie de puntos que incluía el llamado a elecciones, el mantenimiento de las conquistas obreras, etc. pero, significativamente, si bien pedían la libertad de los presos políticos, no mencionaban a Perón. La explicación sería que muchos dirigentes no estaban convencidos de apoyar a Perón, por lo que el sector favorable al paro debió hacer concesiones en el texto para alcanzar la mayoría[10] y.[11]
Un sector importante de la CGT, enrolado en los partidos Comunista y Socialista identificaba a Perón con el nazismo y reclamaba su destitución, coincidiendo con la embajada norteamericana.
Si bien la CGT no auspició la movilización que tendría lugar al día siguiente, la declaración de huelga sirvió como impulsor para que varios sindicatos y los trabajadores en general, que estaban en alerta desde días antes, se sintieran avalados para las acciones a emprender.[12]
Perón, alegando problemas de salud, consiguió que lo a trasladen al Hospital Militar, en el barrio de Palermo de la ciudad de Buenos Aires, adonde llegaría en la madrugada del 17.

Miércoles 17 de octubre de 1945
En la madrugada del día 17 comenzó una movilización de los trabajadores de La Boca, Barracas, Parque Patricios y de los barrios populares del oeste de Capital Federal así como de las zonas industriales de sus alrededores. Fue muy importante el número de trabajadores que salió de Berisso, localidad cercana a La Plata donde había importantes frigoríficos, en la que estuvo muy activo a favor de la movilización el dirigente gremial Cipriano Reyes. Los obreros no ingresaban a trabajar en las fábricas y talleres e iban recorriendo los establecimientos vecinos incitando a abandonarlos a quienes se encontraban en ellos para luego marchar coreando consignas en favor de Perón por las calles principales hacia el centro de la Capital Federal. La acción estaba apenas coordinada por algunos dirigentes gremiales que habían estado agitando los días anteriores y la principal fuerza de impulso provenía de esas mismas columnas que mientras marchaban retroalimentaban el movimiento.
Inicialmente la policía levantó los puentes sobre el Riachuelo que son el paso obligado hacia la Capital para quienes provenían de la zona sur (Avellaneda, Lanús, Quilmes, Berisso, etc.). Algunos manifestantes cruzaron a nado o en balsas hasta que, más tarde, los puentes fueron bajados. La policía, claramente favorable a Perón, no obstaculizó la marcha e incluso algunos de sus integrantes intercambiaron expresiones de simpatía con los manifestantes, cuyas consignas nada tenían que ver con el reclamo de la CGT sino que expresaban su apoyo a Perón y la exigencia de su liberación.
El presidente Edelmiro J. Farrell mantuvo una actitud prescindente. El nuevo ministro de Guerra general Eduardo Avalos observaba a los manifestantes y se negó a movilizar las tropas del cuartel de Campo de Mayo que en unas horas podían llegar a la Capital Federal, como se lo pedían algunos jefes del ejército y el ministro de Marina. Avalos confiaba en que la manifestación se disolvería por sí sola pero al comprobar que, por el contrario, era cada vez más numerosa, accedió a entrevistarse con Perón en el Hospital Militar. Tuvieron una corta reunión en la que pactaron las condiciones: Perón hablaría a los manifestantes para tranquilizarlos, no haría referencia a su detención y obtendría que se retiraran y por otra parte el gabinete renunciaría en su totalidad y Avalos solicitaría su retiro.
A las 23:10 Perón salió a un balcón de la Casa de Gobierno. Agradeció su presencia, recordó su labor en el gobierno, informó sobre su pedido de retiro, prometió continuar defendiendo los intereses de los trabajadores y, finalmente, pidió a los concurrentes que se desconcentraran en paz añadiendo que, por esta vez, les solicitaba que cumplieran el paro del día siguiente.[13]
Fragmento del Discurso de Juan Domingo Perón el 17 de octubre de 1945. Fuente: Radio Nacional Argentina. Radio y Televisión Argentina.
A las 20:30 horas de ese día, el doctor Juan Álvarez había concurrido a la Casa Rosada para entregar una carta con los nombres propuestos para ministros junto con el curriculum de los mismos y su aceptación para los cargos. Lo recibieron con estupefacción en medio del desorden que había en ese momento en el lugar, y lo despidieron con cortesía. La nómina constituía, según Luna, un escarnio para el país, pues incluía personas con antecedentes sumamente cuestionables. Así, a Jorge Figueroa Alcorta, propuesto para Justicia e Instrucción Pública, se lo relacionaba con un proceso que en 1942 había envuelto a cadetes militares; Alberto Hueyo, propuesto para Hacienda, había sido director de la CHADE cuando obtuvo una prórroga fraudulenta de la concesión; Tomás Amadeo, de Agricultura, era íntimo amigo del embajador Braden; y Antonio Vaquer, para Obras Públicas, había sido funcionario del presidente Ortiz en Coordinación de Transporte, una dependencia creada para salvar las empresas británicas de tranvías, en perjuicio de las empresas locales de colectivos.[14

La cantidad de asistentes varía considerablemente según las fuentes: algunos cuentan millones de personas[15] y otros dan cifras menores. Para Félix Luna había entre 200.000 y 300.000 manifestantes. El historiador especialista en movimiento obrero Oscar Troncoso señala que el cálculo aceptado por expertos policiales para manifestaciones en espacios libres es de entre 3 y 4 personas por metro cuadrado porque desde el nivel de la calle el público parece compactado pero desde la altura se ven espacios vacíos. Los cálculos de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires daban para la Plaza de Mayo una superficie de 18.591,83 metros cuadrados, lo que a un máximo de 4 personas por metro da 74.367 personas. Si se agrega parte de las diagonales y la Avenida de Mayo podría caber un máximo entre 100.000 a 120.000 personas. Toda la propaganda peronista posterior hizo hincapié en la cifra de 500.000 personas que publicó Eduardo Colom –elegido luego diputado nacional peronista- en la crónica del diario La Época; en los años siguientes, para mantener esa imagen, la Secretaría de Prensa y Difusión utilizó fotografías y noticieros de las grandes manifestaciones posteriores a 1945.[16] En las elecciones de 1946 votaron por Perón 304.854 personas en la Capital Federal y 450.770 en toda la Provincia de Buenos Aires.

La renuncia de Perón el 8 de octubre de 1945 a los cargos que desempeñaba fue la consecuencia de la pérdida de apoyo en los mandos del Ejército. Con base en la carta que enviara a Eva Duarte desde Martín García, puede considerarse que en esos momentos Perón estaba decidido a retirarse de la política.[17] La movilización del 17 de octubre tuvo dos efectos inmediatos: por una parte forzó a Perón a retornar a la lucha política y por la otra incidió en el Ejército volcando en su favor algunos jefes militares que antes se le habían opuesto y obligando al resto a pedir su retiro o tolerar su marcha hacia la Presidencia.
Luego de un corto lapso de descanso y de casarse con Eva Duarte el 23 de octubre, Perón comenzó su campaña política. El sector de la Unión Cívica Radical que le apoyaba formó la UCR Junta Renovadora, a la cual se sumaron el Partido Laborista y el Partido Independiente, en tanto la organización radical FORJA se disolvió para sumarse al movimiento peronista.
Domingo Mercante fue designado al frente de la Secretaría de Trabajo que, junto a muchos sindicatos, se constituyó en apoyo importante para su campaña.
Los partidos de oposición en un gran movimiento anti-peronista que incluyó a los partidos Comunista, Socialista, Unión Cívica Radical, Demócrata Progresista, Conservador, la Federación Universitaria Argentina (FUA), la Sociedad Rural (terratenientes), la Unión Industrial (grandes empresas), la Bolsa de Comercio, y los sindicatos opositores formaron la Unión Democrática que apoyaría en los comicios a la fórmula presidencial designada por la Unión Cívica Radical, así como la mayoría de los intelectuales.
El 24 de febrero de 1946 se realizaron las elecciones, en las que se impuso la formula Perón-Quijano con el 54% de los votos.

El Día de la Lealtad durante el gobierno peronista (1946-1954)
A propósito de los rituales políticos señala Mariano Plotkin:
"Por un lado crean una unidad simbólica entre los participantes que se reconocen a sí mismos como miembros de una comunidad política dada: partido, nación, patria. Por otro lado, en especial en regímenes de tipo autoritario, los rituales cumplen también una función de exclusión, privando de legitimidad como contendientes políticos a quienes no participan en los mismos. (...) En el caso del peronismo, en que la presencia de un vínculo de tipo carismático entre el líder y la masa era uno de los fundamentos de su identidad como movimiento, los rituales políticos servían además para recrear y reforzar la imagen carismática del líder"[18]
El peronismo, escribió Cristian Buchrucker, "postuló una cierta aspiración hacia la totalidad de la nación, hecho que se manifestó en la inclusión de las "tres banderas" justicialistas en el Preámbulo de la Constitución de 1949 y más claramente aún en 1951-1952, cuando la doctrina del movimiento fue declarada Doctrina Nacional."[19] [20] Plotkin observa que:
"iniciando una tendencia que se profundizaría en los años subsiguientes, la celebración del 17 de Octubre de 1947 se asemejó a la celebración oficial de una fecha patria. En la tarde del 17, Perón recibió solemnemente el saludo de autoridades civiles y militares.(...) La "oficialización" del 17 de Octubre iba a tener dos consecuencias: por un lado, serviría para universalizar su significación. Ya no se trataba de una celebración peronista, sino de una fiesta del Estado (...) En segundo lugar serviría también para domesticar y unificar el sentido de la festividad."[21]
A principios de 1948 fue nombrado Secretario de Educación Oscar Ivanissevich, quien se incorporó al comité organizador de las celebraciones del Día del Trabajo y del 17 de octubre, e iba a ejercer gran influencia en la simbología política del régimen."[22] Ivanissevich
"intentó ligar el peronismo a ciertos valores trascendentes, convirtiéndolo en una verdadera religión política. Los rituales peronistas fueron monopolizando progresivamente el espacio público. (...) A partir de 1948, la celebración perdió completamente su carácter conmemorativo. El objetivo de la celebración era, lisa y llanamente, dar al pueblo peronista la oportunidad de reafirmar su devoción por el líder y recrear los fundamentos de la legitimidad del régimen: el liderazgo carismático de Perón, fundado en su contacto sin intermediarios con el pueblo"[22]
Otra innovación en ese año fue la entrega por primera vez de la Medalla Peronista en reconocimiento de servicios extraordinarios prestados al país o al movimiento (por ejemplo, suboficiales del ejército o policías que habían realizado acciones heroicas, deportistas que habían representado con éxito al país) con lo cual Perón estaba borrando la distinción entre el partido y el Estado[23] Ser leal a la Nación implicaba ser leal al Movimiento y viceversa.[24] Sobre el mismo tema dice Gambini que "esa idea de considerar peronistas a todos los habitantes del país, les guste o no, ha sido una constante en el sermón doctrinario y se enlaza con la permanente confusión entre Estado y partido.[25]

Luego del derrocamiento de Perón en 1955 y hasta su retorno en 1973, el Día de la Lealtad pasó a ser para sus partidarios el Día de la Resistencia Peronista. No se producían grandes movilizaciones, pero daban ocasiones todos los años a actos evocativos de la unión del pueblo con Perón que, en muchos casos, eran también actos de hostigamiento al gobierno de turno.
Después de la restauración democrática de 1983, la recordación está limitada, en general, a los dirigentes del llamado "peronismo histórico" y no incluyen manifestaciones masivas.

La movilización de ese día significó:
  • la incorporación de la clase obrera a la vida política del país con aspiración a ser reconocida como uno de los factores de poder;
  • el surgimiento de una nueva fuerza política en derredor de Perón, distinta de las existentes, que si bien tomaría de los partidos algunas prácticas clientelísticas, aplicaría nuevos enfoques, prácticas y liturgias que la distinguirían del resto y
  • el nacimiento de la antinomia peronismo-antiperonismo, la cual sigue sumamente presente en la sociedad hasta la época actual.

 Notas y referencias

  1. Luna, Félix: El 45 págs. 232/4 Buenos Aires 1981 Editorial Sudamericana
  2. Luna, Félix: El 45 págs. 237/8 Buenos Aires 1981 Editorial Sudamericana
  3. Luna, Félix: El 45 págs. 239 Buenos Aires 1981 Editorial Sudamericana
  4. Luna, Félix: El 45 págs. 239/241 Buenos Aires 1981 Editorial Sudamericana
  5. Luna, Félix: El 45 págs. 249/250 Buenos Aires 1981 Editorial Sudamericana
  6. Luna, Félix: El 45 págs. 250/2 Buenos Aires 1981 Editorial Sudamericana
  7. Luna, Félix: El 45 págs. 244/6 Buenos Aires 1981 Editorial Sudamericana
  8. Luna, Félix: El 45 págs. 255/257 Buenos Aires 1981 Editorial Sudamericana
  9. Luna,280
  10. Sobre el debate: Del Campo p. 313. La votación fue de 16 a 11 a favor del paro.
  11. Antes de la difusión de las actas Luna adjudicaba una mayoría de 21 a 19: Torre, El 17 de octubre en perspectiva, p. 72 en nota.
  12. Torre op. cit. p. 74.
  13. Emilio De Ipola: "Desde estos mismos balcones". Nota sobre el discurso de Perón del 17 de octubre de 1945. En Juan Carlos Torre (comp.): El 17 de octubre de 1945.
  14. Luna, Félix: El 45 págs. 288 y 339 nota 77, Buenos Aires 1981 Editorial Sudamericana
  15. Diario Mendoza on line
  16. Troncoso, Oscar: Mentiras y verdades sobre el 17 de octubre en “El 17 de octubre de 1945. Antes, durante y después” pág. 212 (compiladores Santiago Senén González y Gabriel D. Lerman) Buenos Aires 2005. Ed. Lumiere ISBN 950-9603-84-8
  17. Así opinan los historiadores Félix Luna, en su libro El 45, como Torre en El 17 de octubre en perspectiva. Contra, Galasso, quien sostiene que el texto no refleja la real intención de Perón sino que estaba destinado a confundir a sus adversarios políticos. La carta está transcripta íntegramente en Luna p. 337.
  18. Plotkin, Mariano: Rituales políticos: La celebración del 17 de Octubre y el imaginario peronista 1945-1951 en la obra El 17 de octubre de 1945 (Juan Carlos Torre, comp.) pág. 175, Buenos Aires 1995 Ed. Ariel. ISBN 950-9122-34-3
  19. Art. 3* de la ley 14.814
  20. Buchrucker, Cristian: Nacionalismo y peronismo pág. 335, Buenos Aires 1987 Editorial Sudamericana ISBN 950-07-0430-7
  21. Plotkin pág. 203
  22. a b Plotkin pág. 207
  23. La identificación de partido y Estado se dio en todos los niveles, empezando por la ubicación física: muchos de los locales partidarios fueron cedidos por la administración pública y los empleados eran pagados por el Estado....Muebles, máquinas de escribir, carteles y hasta gastos postales eran pagados por el erario. Luna, Félix: Perón y su tiempo. I. La Argentina era una fiesta pág. 60, Buenos Aires 1984 Editorial Sudamericana ISBN 950-07-0226-6
  24. Plotkin pág. 213
  25. Gambini, Hugo: Historia del peronismo vol. II pág. 146 Buenos Aires 2001 Editorial Planeta Argentina S.A. ISBB obra completa 950-49-0226-X Tomo II 950-49-0784-9

 
 
Para muchos argentinos es un día muy importante en sus vidas
de mi parte no tengo nada que celebrar, no soy peronista
y hoy, elijo de nuevo no serlo!
A los seres que amo y me aman, a los amigos mis respetos
por está construcción de la palabra
desde el principio de ser uno mismo.
sin política, sin religión y sin football
sólo sabiendo que uno es
y se construye no olvidando la historia, los origenes, el ayer
para saber quién uno es y elije hoy en libertad su para qué,
y así   proyectar-nos juntos, separados
 
En el nuevo amanecer que esta por llegar!
 
Mané Castro Videla
Graciasss por estar y ser parte de mi vida

 

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