sábado, 26 de noviembre de 2011

Utiliza las ilusiones

Como preparación para tu encuentro con el Creador, te será muy útil separarte de las ilusiones, incluyendo la de que ambos están separados.

Este es el motivo por el que estás aquí. Ése ha sido el propósito de toda esta conversación con Dios. Pues ahora tratas de vivir con las ilusiones y no en ellas. Y este intento sincero es, el que te, ha traído hasta aquí, a recibir este mensaje

Desde hace algún tiempo fue evidente que había un defecto en las ilusiones. Esto les debió demostrar que eran falsas. Pero los humanos sabían, en un nivel muy profundo, que no podían abandonarlas o algo muy importante llegaría a su fin.

Y tenían razón, pero cometieron un error. En lugar de ver las ilusiones como tales y utilizarlas para el fin que pretendían, pensaron que de­bián corregir sus defectos.

La respuesta no era corregir el defecto, sino sólo observarlo y recordar así lo que ya sabían en un nivel muy profundo. Y por esta razón no podían abandonar las ilusiones sin que algo vital llegara a su fin.

Ya te lo he explicado antes. Pero te lo explicaré una vez más ahora, por última vez, para que tu recuerdo quede perfectamente claro.

Las ilusiones existen para proporcionar un contexto concreto dentro del cual puedan volver a crear la mejor versión de la visión más grande que jamás hayan tenido sobre Quiénes Son.

El Universo en sí es un contexto. Ésa es tanto su definición como su propósito. Proporciona un medio donde expresar y experimentar la vida de forma física.

Tú eres una versión concreta del mismo contexto, como todas las personas y todo lo que las rodea. En otras palabras, una concreción de Dios.

Fuera del contexto concreto, ustedes sólo pueden conocerse como Todo Lo que Es. Y Todo Lo que Es no puede experimentarse a sí mis­mo, puesto que no existe nada más.

Al no existir nada que no seas tú, Lo que Eres deja de ser. No puede experimentarse.

No puede conocerse. Esto lo has escuchado muchas veces.

Ya te he dicho que si no hubiera rapidez no habría "lentitud". Sin un arriba, no habría un "abajo". Si no existe el aquí, no hay un "allá".

Sin ilusiones no te encontrarías ni aquí ni allá, literalmente.

Así pues, tu especie ha producido estas magníficas ilusiones colecti­vas. Han creado un mundo, un Universo. Con ello han conseguido un contexto en el que decidir y declarar, crear y expresar, experimentar y consumar Quiénes Son Realmente.

Ustedes lo han creado todo. Todos y cada uno de ustedes, como indi­vidualidades del Todo Divino. Cada uno de ustedes intenta conocerse a sí mismo, definirse a sí mismo.

¿Quién eres? ¿Eres bueno? ¿Eres malo? ¿Qué es lo "bueno"? ¿Qué es lo "malo"? ¿Eres pequeño? ¿Eres grande? ¿Qué es "grande"? ¿Qué es pequeño?" ¿Eres alguna de estas cosas? ¿Qué significa ser estas cosas? ¿Eres de verdad maravilloso?

Ésta es la única pregunta que Dios se formuló. ¿Quién soy yo? ¿Quién soy yo? ¿Quién soy yo? ¿y quién decido ser ahora?

Esta es la única pregunta que importa y ésta es la que emplea tu alma para decidir tu vida, en cada instante.

No se trata de saberlo, sino de decidirlo. Pues la vida no es un descu­brimiento, es una creación.

Cada acto es una autodefinición.

Dios está en proceso de crearse y experimentarse cada instante. Eso es lo que ustedes hacen aquí. Utilizan la experiencia de lo que no son a fin de experimentar Lo, que Son Realmente.

No existe nada que no seas tú. Lo eres todo, tú eres todas las cosas. Dios es la totalidad, Dios lo es todo, Dios es todas las cosas. Sin embar­go, para que tú (Dios) puedas saber que parte de ello eres tú, debes ima­ginar que hay partes que no son tú. Ése es el Gran Espejismo. Ésas son las ilusiones de la vida.

Por tanto, utiliza y agradece que haya ilusiones. Tu vida es un truco mágico y tú eres el mago.

El propósito del viaje hacia la Maestría es expresar la gloria de Quién eres Tú gracias a la confrontación con una ilusión.

Por eso es importan­te reconocer que las ilusiones pueden parecer muy reales.

Comprender que las ilusiones son ilusiones es el primer paso para utilizarlas con su propósito original, pero no es el único.

El siguiente pa­so es decidir qué significan las ilusiones.

Finalmente, eliges el aspecto de la Divinidad (la parte de tu ser) que deseas experimentar dentro del contexto concreto (lo que podría llamarse "situación" o "circunstancia") en el que te encuentres (que has creado).

A continuación resumo este proceso:

Percibe las ilusiones como son, ilusiones

Decide qué significan

Re-créate de nuevo

Existen muchas maneras de utilizar y experimentar las diez ilusio­nes. Tal vez prefieras percibirlas como realidades del momento presente o como recuerdos del pasado. Ésta última forma es la que utilizan las culturas y los seres avanzados.

Los seres muy evolucionados son conscientes de las ilusiones y nun­ca les ponen fin (recuerda, ponerles fin sería dar por terminada la vida tal como la conoces), pero las experimentan como parte de su pasado y no de su presente. Se exhortan entre sí a recordarlas, pero sin volver a vi­virlas como realidades del aquí y el ahora.

Sin embargo, ya sea que las experimentes en el momento presente o como recuerdos del pasado, lo importante es verlas como son, ilusiones. Entonces podrás utilizarlas para lo que quieras.

Si tu propósito es experimentar un aspecto específico de tu ser, las ilu­siones son tu herramienta. Cada ilusión se puede utilizar para experi­mentar muchos aspectos de Quién Eres Tú y puedes combinar las ilusiones para experimentar múltiples aspectos o, también, para experi­mentar un mismo aspecto de diversas maneras.

Por ejemplo, la primera y la cuarta ilusiones: necesidad e insuficien­cia, se pueden combinar para experimentar un matiz específico de tu verdadero ser, que podrías llamar seguridad en ti mismo.

No puedes sentirte seguro de ti mismo si no tienes motivos para ello. Al utilizar la ilusión de necesidad e insuficiencia contemplas la idea de que "no hay suficiente" y la superas: Al hacerla en repetidas ocasiones, produces la seguridad en ti mismo, sabiendo que siempre habrá sufi­ciente de cualquier cosa que necesites.

Esta experiencia será verificada y apoyada por la Realidad Máxima.

Esto es lo que significa la frase "recrear una idea". Te encuentras en el proceso de volver a re-crearte, y eso sí que es realmente una recreación.

Pondré otro de los infinitos ejemplos que hay.

La segunda y la sexta ilusiones, el fracaso y el juicio, se pueden combinar para provocar un efecto o una experiencia específica.

Te puedes imaginar que has fraca­sado y luego juzgarte por ello, o aceptar el juicio de otros.

Después pue­des superar tu "fracaso" agitando el puño hacia el cielo con una actitud de "Ya verán" y un triunfo final.

Ésta es una experiencia deliciosa que la mayoría de ustedes se ha con­cedido en muchas ocasiones.

Sin embargo, si pierdes de vista que el fraca­so y el juicio son ilusiones, podrías quedar atrapado en esas experiencias y al final te parecerán duras realidades.

La manera de alejarte de la "dura realidad" de la vida es alejándote de las ilusiones y viéndolas como son en realidad.

Cualquiera de las ilusiones se puede combinar con las demás. La se­paración con la necesidad, la condenación con la superioridad, la igno­rancia con la superioridad, la insuficiencia y la condenación con el fracaso y así sucesivamente. Cada ilusión por separado o combinadas entre sí son como magníficos contextos contrastantes que te permiten ex­perimentar Quién Eres Realmente.

Muchas veces te he dicho que en el mundo relativo no puedes experi­mentar Quién Eres salvo en el espacio de lo que no eres.

El propósito de las ilusiones es proporcionar justo eso: un espacio, un contexto dentro del cual experimentar tus diversos aspectos, así como la oportunidad de elegir en un momento el Aspecto más Elevado que puedas concebir.

¿Lo comprendes ahora? ¿Lo entiendes?

Ahora analicemos las ilusiones una por una, con algunos ejem­plos de cómo se pueden utilizar para re-crearte de la manera que aquí he descrito.

La primera ilusión, La Necesidad, se puede utilizar para expe­rimentar el enorme aspecto de Quién Eres Realmente, que podrías defi­nir como aquello que no requiere de nada.

No necesitas de nada para existir y no necesitas nada para continuar existiendo siempre. La ilusión de necesidad crea un contexto donde-ex­perimentarlo. Cuando sales de la ilusión puedes experimentar la Reali­dad Máxima. La ilusión crea un contexto dentro del cual puedes comprender la Realidad Máxima.

La Realidad Máxima es que todo lo que crees que necesitas, ya lo tie­nes. Existe dentro de ti. De hecho, eres tú. Eres lo que necesitas y, por tanto, tú te proporcionas todo lo que necesitas en cualquier momento. Esto significa que no necesitas nada.

Para comprenderlo y conocerlo mediante la experiencia, debes ver la ilusión de necesidad como una ilu­sión. Debes salir de ella.

Para salir de la ilusión de necesidad debes mirar lo que crees que ne­cesitas, o sea, con lo que no crees contar, y después notar que, aunque no lo tengas, aún estás aquí.

Las implicaciones de esto son enormes.

Si estás aquí, en este momen­to, sin aquello que crees necesitar, entonces, ¿por qué crees necesitarlo?

Ésa es la pregunta clave que abrirá el cerrojo de la puerta dorada, la puerta que conduce a todo.

La próxima vez que imagines que necesitas algo, pregúntate: "¿Por qué pienso que necesito esto?"

Ésta es una pregunta muy liberadora. Es la libertad expresada en seis palabras.

Si miras con claridad, te darás cuenta de que no necesitas "eso", sea lo que sea, que nunca lo necesitaste y que te lo has estado inventando todo.

Ni siquiera necesitas el aire que respiras. Lo descubrirás en el mo­mento en que mueras. El aire es algo que sólo tu cuerpo necesita, y tú no eres tu cuerpo.

Tu cuerpo es algo que tienes; no es algo eres. Es una herramienta maravillosa. Sin embargo, no necesitas tu cuerpo actual para continuar con el proceso de la creación.

Si bien esta información puede ser agradable en un nivel esotérico, posiblemente no te ayude a aliviar el temor de perder tu cuerpo, tu fami­lia y la circunstancia en la que te encuentras.

Una manera de aliviar di­chos temores es a través del desapego, la práctica de los Maestros.

Los Maestros aprenden a alcanzar el desapego antes de tener pruebas de que la vida del cuerpo es una ilusión. Los que no operan en el nivel de Maes­tría suelen necesitar la experiencia de lo que llaman muerte para tener esta evidencia.

Una vez que estés separado de tu cuerpo (o sea, cuando hayas "muerto"), te darás cuenta de inmediato de que ese estado no es la expe­riencia terrorífica sobre la que 'has oído hablar, sino que es una expe­riencia gloriosa. También verás que es infinitamente mejor que permanecer atado a tu forma física, sin importar qué apegos pudiera ha­ber creado recientemente. Entonces el desapego te resultará sencillo.

No obstante, puedes llegar a ser un experto en la Vida mientras con­servas tu forma física, y no es necesario que esperes hasta eliminarla pa­ra conocer la gloria de la vida y Quién Eres.

Puedes lograrlo al experimentar desapego antes de morir. Y puedes lograrlo mediante el simple hecho de alejarte de la ilusión de necesidad.

Este alejamiento se logra gracias a una comprensión más profunda de la vida y la muerte, incluyendo el conocimiento de que la muerte, tal como la has concebido, no existe, y que la Vida continúa para siempre.

Cuando lo comprendas, te será posible desapegarte de cualquier cosa, incluyendo la propia Vida, pues sabrás que podrías hacer esos vínculos otra vez, así como otros que quizás hayas pensado que nunca más experimenta­rías, ya que la vida continúa infinitamente.

Podrás experimentar todos tus apegos terrenales en lo que denomi­nas "el más allá", o en cualquier vida futura, y así te darás cuenta de que no has perdido nada en absoluto. Poco a poco te liberarás de tus vínculos conforme adquieras mayor conciencia de las extraordinarias oportuni­dades para la expansión y el crecimiento constantes que te ofrece la Vida interminable.

Sin embargo, nunca dejarás de amar aquello que has amado, en ésta o en otras vidas, y experimentarás la Unidad total con ellos en el nivel de Esencia en cualquier momento que desees,

Si llegaras a extrañar a alguien que aún viva con un cuerpo físico en la Tierra, podrás estar en su compañía con la velocidad del pensamiento.

Aunque llegaras a extrañar a alguien que ya se haya separado de su cuerpo, un ser amado que haya muerto antes que tú, volverás a encon­trárlo después de tu muerte si así lo decides, o en cualquier momento que desees, también con la velocidad de tu pensamiento.

Eso es solamente parte de la maravilla de tu porvenir.

Te diré mucho más en un mensaje futuro que trata sobre la experiencia de morir con Dios.

No puedes morir sin Dios, pero puedes imaginar que así sucede. Éste es tu infierno imaginario, el temor que ha engendrado todos los de­más temores que has experimentado. Pero no tienes nada qué temer y no necesitas nada, pues no sólo es imposible que mueras sin Dios, sino que también es imposible que vivas sin Dios.

Esto se debe a que Yo soy tú y tú eres Yo, no hay separación entre no­sotros. No puedes morir sin Mí, porque "sin Mí" no es un estado en el que te puedas encontrar nunca.

Yo soy Dios y soy Todo lo que Existe. Como tú eres parte de Todo lo que Existe, Yo soy lo que eres tú. No existe una parte de ti que no sea yo.

Y si Todo Lo que Es siempre te acompaña, entonces no necesitas na­da. Esa es la verdad de tu ser.

Cuando lo comprendas a fondo, vivirás en tu cuerpo de una manera completamente diferente.

No tendrás miedo de nada y este valor te producirá su propia bendición, pues la ausencia de temor crea la ausencia de algo a qué temer.

Por el contrario, la presencia del temor atrae hacia ti aquello que te­mes. El temor es una emoción muy fuerte, y una emoción tan fuerte (energía en movimiento) es creativa. Por eso inspiré la frase: "A lo único que le temo es al miedo".

Para vivir sin temor hay que comprender que todos los resultados de la vida son perfectos, incluyendo el que te inspira más miedo:

la muerte.

Aquí te lo manifiesto. Ahora te doy esta información.

Si analizas de­tenidamente tu vida, verás que siempre tuviste lo que necesitabas para llegar al siguiente momento y para llegar aquí, donde te encuentras en este momento. Prueba de ello es que estás aquí. Es evidente que nunca has necesitado nada más.

Quizás hayas deseado algo más, pero no lo has necesitado. Todas tus necesidades han sido satisfechas.

Esta revelación es asombrosa y siempre cierta. Toda apariencia que indique lo contrario es un Testimonio Equivocado Manifestándose co­mo Objeto Real (TEMOR).

Sin embargo, "No temas, pues Yo estoy contigo".

Cuando comprendas que todo tiene resultados perfectos y que no hay nada que temer, verás las situaciones que antes definías como ate­morizantes bajo una luz completamente diferente.

De hecho, las verás en medio de la luz y no en medio de la oscuridad, y comenzarás a consi­derar tus temores como aventuras.

Este cambio de contexto puede modificar tu vida.

Podrás vivir sin te­mor y podrás experimentar la gloria para la que fuiste creado. Ver la ilu­sión de necesidad como tal te permitirá utilizada para su propósito original, como una herramienta para experimentar la gloria y para saber Quién Eres Realmente.

Por ejemplo, utilizar la ilusión de que necesitas tu cuerpo te motiva a protegerlo, al cuidado, a asegurarte de no maltratarlo. De esta manera, 'el cuerpo puede ser empleado para alcanzar la máxima gloria para la que fue destinado.

El empleo de la ilusión de que necesitas una relación te motiva a pro­teger la relación, a cuidarla, a asegurarte que no sea maltratada. De esta manera, la relación puede ser utilizada para la máxima gloria para la que fue destinada.

Esta verdad se aplica a todo aquello que imagines necesitar. Utiliza la imaginación.

Úsala de la manera más práctica. Pero recuerda que sólo te beneficias cuando percibes que es una ilusión.

Tan pronto creas que la ilusión es real, entonces conviertes la precaución (aplicación muy útil de la ilusión) en temor, y comienzas a aferrarte.

El amor se convierte en una posesión y ésta se convierte en una obsesión.

Has caído en la trampa del apego. Te has perdido en la ilusión.

Y cuando te pierdes en la ilusión de necesidad, estás perdido de ver­dad, pues ésta es la mayor ilusión de todas.

Es la primera ilusión y la más convincente. En élla se basan todas las demás.

Lo que Eres es lo que ca­rece de necesidades y Lo que Eres es lo que se encuentra perdido.

A menudo se dice que alguien está tratando de "encontrarse a sí mis­mo". Es una gran verdad.

Todos ustedes están tratando de encontrarse. Sin embargo, no se encontrarán fuera de ustedes; lo que buscan sólo se encuentra en su interior.

Recuerda lo que te he dicho: si no buscas en tu interior, vivirás vacío.

Sólo dentro de ti puedes encontrar la respuesta a la pregunta, "¿Por qué pienso que necesito a esta persona, lugar o cosa fuera de mí?"

Sólo en tu interior podrás recordar que no es así. Entonces comprenderás a qué me refería cuando dije, "Estaba perdido, pero ahora me he hallado".

Lo que encontrarás es tu verdadera identidad.

Has utilizado la pri­mera ilusión para experimentarte como un ser Divino que no necesita

Si estás unido a algo durante mucho tiempo, llegará un momento en que dejes de notar que existes "tú". La idea de "ti" como entidad separa­da irá desapareciendo.

Las personas que están juntas durante mucho tiempo suelen sentirlo. Comienzan a perder su propia identidad.

Esto es hasta cierto punto estu­pendo, pero deja de serIo cuando la unión no tiene fin, pues la unión en ausencia de separación no es nada.

No se experimenta como éxtasis, sino como vacío. Sin ninguna separación en absoluto, la Unidad es nulidad.

Por ello he inspirado que se escriba lo siguiente: permitan que haya espacio entre ustedes.

Beban de un cáliz lleno, pero no del mismo cáliz.

Los pilares que sostienen un edificio están separados, como también lo están las cuerdas del laúd, aunque se estremezcan con la misma música.

Durante toda la vida hay una alternancia de unión y separación. Es el ritmo propio de la vida. De hecho, es el ritmo que crea a la Vida misma.

Te lo digo una vez más: la vida, como todas sus partes, es un ciclo.

Un ciclo de ir, venir, ir, venir. Juntos, separados, juntos, separados.

Incluso cuando algo está separado, sigue estando unido, pues no puede separarse en realidad, sino únicamente crecer.

Por tanto, aún cuando algo parece estar aparte, sigue formando parte, lo cual significa que de ninguna manera está apartado.

Todo tu Universo estuvo unificado más allá de la comprensión, com­pactado en un punto infinitesimalmente más pequeño que el punto fi­nal de esta oración.

Luego explotó, pero en realidad no se separó, sólo se volvió más grande.

Dios no puede desmembrarse. Quizá parezca que nos hemos aparta­do, pero tan sólo nos hemos convertido en una parte. Volvemos a perci­bir nuestra Unión intrínseca cuando renovamos nuestra membresía, es decir, cuando recordamos.

Cuando veas a alguien que parezca estar separado de ti, míralo pro­fundamente. Mira su interior.

Si lo haces durante un buen rato captarás su esencia.

Y entonces te encontrarás a ti mismo allí esperando.

Cuando veas las cosas de tu mundo (alguna parte de la naturaleza, u otro aspecto de la vida) que te parezcan separadas de ti, míralas con pro­fundidad. Mira el centro de ellas. Míralas así durante un buen rato y capta­rás su esencia.

Y entonces te encontrarás a ti mismo allí esperando.

En ese momento sentirás la unión de todas las cosas.

Y a medida que aumente tu sensación de unión, desaparecerán el sufrimiento y el pesar de tu vida, pues el sufrimiento es la respuesta a la separación y el pesar es el anuncio de su verdad.

Sin embargo, es una verdad falsa. Es algo que sólo aparenta ser verdad. Fundamentalmente, no es verdad.

La verda­dera separación de alguien o de algo no es posible en realidad. Es una ilusión. Es una ilusión maravillosa, pues permite experimentar el éxta­sis de la unión; sin embargo, es una ilusión.

Utiliza la ilusión de separación como si fuera una herramienta en las manos de un artista.
Elabora tu experiencia de unión absoluta mediante esta herramienta y empléala también para volver a crear la experiencia una y otra vez.
Cuando no te veas más que a ti mismo dondequiera que mires, esta­rás viendo a través de los ojos de Dios. 
Y conforme tu sentido de Unión crezca, el dolor y la desilusión desaparecerán de tu vida.
Recuérdalo. Conforme tu sentido de Unión crezca, el dolor y la desilusión desapare­cerán de tu vida
Puedes utilizar la cuarta ilusión, la ilusión de insuficiencia para experi­mentar la abundancia.
Dios es abundante y tú también. En el Jardín del Edén lo tenías todo, pero no lo sabías.
Experimentabas la vida eterna, pero no importaba. 
No te impresionaba porque no experimentabas nada más.
El Jardín del Edén es un mito, pero el propósito de la historia era trasmitir una gran verdad.
Cuando lo tienes todo y no lo sabes, no tienes nada.
La única manera en la que puedes saber lo que significa tenerlo todo es que, en algún momento, no lo tengas todo. De aquí surge la ilusión de insuficiencia.
El propósito de tu insuficiencia era el de ser una bendición mediante la cual pudieras conocer y experimentar la plena y verdadera abundan­cia. Sin embargo, es necesario salir de la ilusión, verla como tal y alejarse de ella, para tener esta experiencia.
He aquí la manera en la que puedes salir de la ilusión de insuficien­cia: abastece la insuficiencia que ves siempre que la veas fuera de ti. 
Ahí es donde yace la ilusión: fuera de ti. 
Si la ves fuera de ti, abastécela.
Si ves personas que tengan hambre, aliméntalas. 
Si ves personas que necesiten vestimenta, vístelas.
Si ves personas que necesiten albergue, albérgalas.
Entonces sentirás que no tienes ninguna insuficiencia.
No importa lo poco que tengas de alguna cosa, siempre encontrarás a alguien que tenga menos. 
Encuentra a esa persona y ofrécele parte de tu abundancia.
No trates de ser el recipiente, sino la fuente. 
Lo que desees, ayuda a que lo obtenga otra persona.
Haz que lo que quieras experimentar le su­ceda a algún otro. 
Al hacerla recordarás que todo el tiempo has tenido esas cosas.
Por eso se dice: "Haz a los demás lo que desearías que te hicieran a ti". De modo que no vayas por ahí preguntando, "¿Qué vamos a co­mer? ¿Qué vamos a beber?" Mira a las aves en el aire.
No siembran ni cosechan, ni se reúnen en graneros, y sin embargo, reciben alimento.
¿Quién gana algo por estar preocupado?
Y no pregunten, "Cómo nos vestiremos?" Miren cómo crecen los li­rios del campo.
No se esfuerzan ni se agitan. Sin embargo han de saber que ni siquiera Salomón en toda su gloria estuvo ataviado como ellos.
Por tanto, primero busca el reino de los cielos y todo lo demás se te dará por añadidura.
¿Cómo se busca el reino de los cielos? Llevando el reino de los cielos a los demás.
Siendo el reino de los cielos, en el que otros puedan encon­trar refugio y fortaleza.
Dando el reino de los cielos y todas sus bendicio­nes a toda vida que te encuentres.
Pues lo que brindes a los demás será aquello en lo que te convertirás.
Recuérdalo. Lo que brindes será aquello en lo que te conviertas.
La quinta ilusión, la del requisito, se utiliza para descubrir que no es ne­cesario hacer nada para saber y experimentar Quién Eres Realmente.
Realizando las cosas que imaginas como requisitos para mantener la vida puedes darte cuenta de que ninguno de ellos es necesario.
Pregunta a los ancianos. Pregunta a quienes han seguido los cánones establecidos y obedecidos las reglas.
Te responderán con tres palabras. "Desobedece las reglas".
No dudarán. Su consejo será rápido y claro.
"No respetes los límites".
"No tengas miedo".
"Escucha a tu corazón".
"No permitas que nadie te diga qué hacer".
Al final de tu vida sabrás que nada de lo que has hecho tiene impor­tancia, sólo importará quién fuiste al hacerla.
¿Has sido feliz? ¿Has sido bondadoso? ¿Has sido amable? 
¿Has si­do atento, compasivo y considerado con los demás? 
¿Has sido generoso, compartido y, sobre todo, amoroso?
Descubrirás que a tu alma le interesa quién has sido y no qué has he­cho.
Y descubrirás que después de todo, que tu alma es Quien Eres.
Sin embargo, la ilusión de requisito, la idea de que hay cosas que de­bes hacer, puede servirte para motivar tu mente mientras tienes cuerpo. Es útil siempre y cuando comprendas hasta cierto punto que se trata de una ilusión y que nadie tiene que hacer nada que no desee.
Para la mayoría de la gente, esta verdad es al mismo tiempo asombro­samente liberadora y atemorizante.
El temor radica en que, si a ustedes en realidad se les permitiera hacer todo lo que desearan, no harían nada de lo que en realidad deben hacer
Quién sacaría la basura? Es en serio.
Quién se ocuparía de lo que nadie desea hacer?
Ésa es la pregunta y ése es el temor. Piensan que si se les dejara solos, nadie haría lo que hay que hacer para que la vida siguiera su curso.
Este temor es infundado. Descubrirán que ustedes son seres más bien admirables. E incluso en comunidades donde no hubiera reglas, reglamentos ni requisitos, seguiría habiendo mucha gente que hiciera lo necesario. De hecho, serían pocos que no lo hicieran, pues se senti­rían incómodos al destacar por su falta de contribución.
Y eso sería lo que cambiaría si no hubiera reglas, reglamentos ni re­quisitos. No cambiaría lo que se hace, sino por qué se hace.
Cambiaría el "porqué" de lo que se hace.
En lugar de hacer las cosas porque se les dice que deben hacerlas, las harán porque así lo decidirán, como expresión de Quiénes Son.
Ésta es la única razón verdadera para hacer cualquier cosa, pero in­vierte todo el paradigma de hacer y ser. 
Los seres humanos han construi­do este paradigma así: uno hace algo, luego uno es algo. Con el nuevo paradigma: uno es algo, luego hace algo.
Uno no es feliz, luego hace lo que hace una persona feliz.
Uno es respon­sable, luego hace lo que hace una persona responsable. Uno es bondado­so" luego hace lo que hace una persona bondadosa.
Uno no actúa con responsabilidad para ser responsable. 
Uno no ac­tua con bondad para ser bondadoso. Esto sólo conduce al resentimiento ("¡Después de todo lo que he hecho!"), pues uno supone que todos sus actos serán recompensados.
Y han deducido que el propósito del Cielo es éste justamente.
El Cielo estaba reservado como recompensa eterna por las cosas que hubieran hecho en la Tierra, y por no hacer las cosas que se suponía que no "debían hacer". De modo que decidieron que también debía haber un lugar para la gente que no hiciera cosas buenas, o que hiciera lo que no debía, y a este lugar lo llamaron Infierno.
Ahora he venido a decirte esto: el Infierno no existe. El infierno es un estado. Es la experiencia de la separación de Dios y la idea de que están separados de su propio ser y de que nunca pueden volver a unirse. El in­fierno es tratar de encontrarse a uno mismo, toda la eternidad.
Lo que llaman Cielo también es un estado del ser. Es la experiencia de Unión, el éxtasis de la reunificación con Todo lo que Es. Es el cono­cimiento del verdadero Yo.
No hay requisitos para alcanzar el Cielo, porque el Cielo no es un lu­gar al que se llega, sino el lugar en el que uno se encuentra siempre. Sin embargo, pueden estar en el Cielo (Unidad con el todo) y no saberlo. De hecho, la mayoría de ustedes está ahí.
Esto no puede cambiar por algo que hagas. Sólo puede cambiar por algo que seas.
A esto me refiero cuando digo: "No necesitas hacer nada".
No debes hacer nada, sólo ser.
Y no deben ser nada más que Uno.
Lo asombroso es que cuando eres Uno con todo, terminas haciendo todas las cosas que pensabas que "debías hacer" a fin de recibir la recom­pensa que creías que debías ganarte con mucho esfuerzo.
Se convierte en tu voluntad natural hacer por otros y para otros sólo las cosas que ha­rías por y para ti. Y no harías a otros lo que no querrías que te hicieran a ti. Cuando eres Uno, realizas esto, o más bien, haces realidad la idea de que no existe ningún "otro".
No obstante, ni siquiera el ser "Uno" es un "requisito".
No se te pue­de exigir que seas lo que ya eres. '
Si tienes los ojos azules, nadie te puede obligar a tenerlos. Si mides 1.80, nadie te puede obligar a medirlo. Y si eres Uno con el todo, no se te puede exigir que lo seas.
Por tanto, no hay requisitos.
No existe el requisito.
¿Quién establecería los requisitos? ¿Ya quién se le exigirían? 
Sólo existe Dios.
Soy el que Soy y no hay nada más.
Utiliza la ilusión del requisito para darte cuenta de que no puede ha­ber nada que se requiera en realidad. No puedes conocer y experimentar la carencia de requisitos si no hay nada más que carencia de requisitos.
Por consiguiente, tratarás de imaginar que necesitas cumplir con ciertos requisitos.
Ustedes lo han hecho muy bien. Han creado un Dios que les exige la perfección y que les ordena que sólo se aproximen a Él de cierta manera, por medio de rituales determinados, explicados con gran detalle. Deben decir las palabras exactas y perfectas, y hacer las cosas exactas y perfectas. Deben vivir de determinada manera.
Puesto que han creado la ilusión de que existen estos requisitos para conseguir Mi amor, ahora comienzan a experimentar el regocijo indes­criptible de saber que nada de esto es necesario.
Lo confirmarán cuando noten que estas "recompensas" a menudo le son otorgadas a la gente sin importar "si hacen lo que deben" o no. Lo mismo se aplica a lo que imaginan que son sus "recompensas" en el más allá.
Sin embargo, su experiencia en el más allá no es un premio, es un resultado. Es el resultado natural de un proceso natural llamado vida.
Cuando esto te quede claro, comprenderás por fin el libre albedrío. Entonces sabrás que tu naturaleza es la libertad.
Nunca más confundi­rás el amor con el requisito, pues el amor verdadero no requiere de nada.
Recuérdalo. El amor verdadero no requiere de nada.
La sexta ilusión, la del juicio, puede servir para experimentar la maravi­lla de que nadie, ni tú ni Dios emite juicios.
Has elegido crear la experiencia del juicio para poder gozar de la ma­ravilla de un Dios que no emite juicios y para comprender que los juicios son completamente imposibles en el mundo de Dios.
Sólo experimentan­do tú mismo la tristeza y la destrucción del juicio podrás descubrir de ver­dad que se trata de algo que el amor nunca podría generar.
Esto lo percibes mejor cuando otras personas te juzgan, pues nada es más doloroso que el juicio.
El juicio hiere profundamente cuando los que te juzgan están equi­vocados, pero hiere aún más cuando están en lo cierto.
En ese momento, el juicio de los demás nos hace pedazos, rasgando las fibras del alma.
Basta con experimentado una vez para saber que el juicio nunca es pro­ducto del amor.
Al crear su mundo ilusorio, tu especie ha producido sociedades en las que el juicio no sólo es aceptado sino también esperado.
Incluso han creado todo un sistema que llaman "justicia" a partir de esta idea de que alguien puede considerados "culpables" o "inocentes".
Esto te digo: A los ojos de Dios, nadie es culpable nunca y todos son inocentes siempre. Esto se debe a que Mis ojos ven más que los tuyos. Mis ojos ven por qué piensan ustedes las cosas y por qué las hacen. Mi corazón sabe que tan sólo han interpretado mal las cosas.
He inspirado a que sea dicho: "Nadie hace nada incorrecto, si se to­ma en cuenta su modelo del mundo". 
Ésta es una gran verdad.
He ins­pirado a que sea dicho: "La culpa y el temor son los únicos enemigos del hombre". Es una gran verdad.
En las sociedades sumamente evolucionadas, ninguno de sus miem­bros es juzgado o encontrado culpable de nada. 
Tan sólo se observa lo que hicieron y se les hace ver el resultado y e! impacto de sus acciones. Se les permite que decidan qué hacer al respecto, si es que desean hacer algo. Los demás no les hacen nada. No le hacen nada a nadie. La idea de! castigo es algo que simplemente no se les ocurre pues e! mismo concepto les resulta incomprensible. ¿Por qué querría lastimarse e! Ser Único? Si hubiera hecho algo dañino, ¿porqué querría dañarse otra vez? ¿Cómo se corregiría un primer daño ocasionando otro? Es como si uno se lastimara e! dedo de! pie y luego volviera a golpearse como represalia.
Por supuesto que en una sociedad que no se ve a sí misma como una sola cosa y no se considera una con Dios, esta analogía no es lógica. En dicha sociedad, e! juicio es lo más lógico.
El juicio no es lo mismo que la observación. Una observación es tan sólo mirar, sólo ver qué sucede. Por otra parte, el juicio consiste en deci­dir que debe suceder algo más, según lo observado.
Observar es atestiguar. Juzgar es llegar a una conclusión.
 Es agregar un "por consiguiente" a la oración. De hecho, se convierte en una sen­tencia, a menudo pronunciada sin misericordia.
El juicio endurece el alma, pues marca al espíritu con una ilusión de quién eres, ignorando la realidad más profunda.
Yo nunca te juzgaré; jamás. Pues, incluso si cometieras cierto acto, Mi actitud sería la de ver sencillamente lo que sucede. No sacaría con­clusiones acerca de Quién Eres. De hecho, es imposible sacar conclusio­nes acerca de Quién Eres, pues el proceso de crearte tú mismo nunca concluye.
Eres una obra que se está efectuando. No has terminado de crearte y nunca terminarás.
Nunca eres quien eras hace un instante. Y Yo nunca te veo de esa manera, sino más bien como quien eliges ser en este momento.
He inspirado a otros a que lo describan así: 
Estás creándote conti­nuamente a partir de infinitas posibilidades. 
Te estás re-creando cons­tantemente como la mejor versión de la visión más grande que jamás hayas tenido sobre Quién Eres. 
A cada momento vuelves a nacer. Y lo mismo sucede con los demás.
En el momento en que lo comprendas verás que juzgarte tú mismo o juzgar a otro no tiene caso, pues aquello que juzgas ha dejado de ser en el mismo momento en el que lo estás juzgando. 
Ha concluido incluso en el momento en el que llegas a tus propias conclusiones.
En ese momento renunciarás por siempre a tu idea de un Dios que juzga, pues sabrás que el amor nunca puede juzgar.
 Conforme se incre­mente tu conciencia, comprenderás todo el impacto de esta verdad: la autocreación nunca termina.
Recuérdalo. La autocreación nunca termina.
Puedes utilizar la séptima ilusión, la de condenación, para experimen­tar el hecho de que no mereces más que alabanzas.
Esto es algo que no puedes descifrar, pues vives muy adentro de tu ilusión de condenación. Sin embargo, si vivieras en el corazón de la alabanza en cada instante, no la experimentarías. Los elogios no tendrían significado para ti. No sabrías lo que son.
La gloria de la alabanza se pierde cuando todo lo que hay son ala­banzas. Sin embargo, has exagerado este concepto, llevando la ilusión de la imperfección y la condenación a nuevos niveles en los que conside­ras que la alabanza está mal, sobre todo la autoalabanza. No debes ala­barte a ti mIsmo, ni darte cuenta (mucho menos anunciar) la gloria de Quién Eres. 
Y debes ser moderado al elogiar a los demás. Tu especie ha llegado a la conclusión de que la alabanza no es buena.
La ilusión de condenación también es la manera en que tu especie anuncia que ustedes y Dios pueden ser dañados. Claro está, la verdad es todo lo contrario, pero ustedes no podrían entenderlo, ni experimentar­lo si no hubiera cualquier otra realidad. De modo que han creado otra realidad en la que el daño sí es posible y la condenación es la prueba de ello.
Repito que la idea de que ustedes, o Dios, pueden ser dañados es una ilusión. Si Dios es el Todo en el Todo (y lo Soy) y si Dios es el Más Pode­roso (y lo Soy) y si Dios es el Ser Supremo (es verdad), entonces no es posible que Dios sea lastimado o dañado. Y si ustedes fueron creados a Mi imagen y semejanza (y así es), entonces tampoco pueden ser lasti­mados o dañados.
La condenación es un artificio que han creado para ayudarse a expe­rimentar esta maravilla produciendo un contexto en el cual pueda ad­quirir significado esta verdad. Es una de tantas ilusiones menores que surgen cada día a partir de las diez ilusiones. 
La primera ilusión (que afirma que Dios y ustedes necesitan algo) es la que provoca esta ilusión, específicamente que si no obtienen lo que necesitan, Dios y ustedes se­rán lesionados, heridos o dañados.
Esto establece el marco perfecto para la retribución. Y ésta no es una ilusi6n pequeña, sino muy grande.
Nada ha captado tan plenamente la imaginación de tu especie como la idea de que existe el Infierno, de que existe un lugar en el Universo al que Dios condena a los que no obedecen sus leyes.
Retratos espeluznantes y horripilantes de este espantoso lugar apare­cen en los frescos plasmados en los techos y los muros de las iglesias de todo el mundo. Imágenes igualmente perturbadoras adornan las pági­nas de los textos de catecismo distribuidos entre los niños, para atemori­zados mejor.
Y mientras que gente buena, practicante, ha creído durante siglos en los mensajes que transmiten estas imágenes, sucede que el mensaje es falso. Por esto inspiré al papa Juan Pablo II a que manifestara durante una Audiencia Papal en el Vaticano (el 28 de julio de 1999) que el uso "incorrecto de imágenes bíblicas no debe crear psicosis o ansiedad": las descripciones bíblicas del Infierno son simbólicas y metafóricas.
Inspiré al Papa a que explicara que "el fuego inextinguible" y "el horno abrasador" de los que habla la Biblia "indican la total frustración y vacuidad de una vida sin Dios". Y también que el infierno es el estado de separación de Dios, un estado causado no por un Dios castigador si­no más bien autoinducido.
La función de Dios no es la de retribuir o castigar a nadie y el Papa lo aclaró durante su Audiencia.
Aún así, la idea de un Dios que condena ha sido una ilusión útil. Ha creado un contexto dentro del cual se pueden experimentar todas las co­sas y muchos aspectos del ser.
El temor, por ejemplo. Y el perdón, la compasión y la misericordia.
Un hombre condenado comprende, en su nivel más profundo, la ex­presión de la misericordia. 
Lo mismo sucede con la persona que conde­na o que concede el perdón.
El perdón es otro matiz de la expresión del amor que a tu especie le ha beneficiado experimentar.
El perdón sólo lo experimentan las cultu­ras jóvenes y primitivas (las culturas avanzadas no lo necesitan, pues comprenden que, como no puede haber ningún daño, el perdón no es necesario), pero tiene un gran valor dentro del contexto de la evolución, el proceso a través del cual las culturas maduran y crecen.
El perdón les permite sanar casi toda herida psicológica, emocional, espiritual y hasta física, que ustedes imaginan que les han ocasionado. El perdón es una gran cura. 
Literalmente, pueden perdonar hasta al­canzar la salud. Pueden perdonar hasta alcanzar la felicidad.
Su uso de la ilusión de la condenación ha sido muy creativo, produ­ciendo muchos momentos en su vida y, en la historia de la humanidad, en los que pueden expresar perdón. 
Lo han experimentado como un as­pecto del amor divino, acercándolos cada vez más a la verdad, tanto del amor como de la propia Divinidad.
Una de las historias más famosas de perdón que ha logrado lo ante­rior es la de Jesús que perdona al hombre que está crucificado junto a Él, revelando así la verdad eterna de que todo aquél que busca a Dios jamás será condenado. Esto significa que nadie es condenado jamás pues al fi­nal todos buscan a Dios, aunque no lo llamen así.
El infierno es la experiencia de separación de Dios. Sin embargo, cual­quiera que no desee experimentar la separación eterna no necesita experi­mentarla. Sólo tiene que desear la reunión con Dios para que se produzca.
Esta es una afirmación extraordinaria y la voy a repetir.
Sólo es necesario desear la reunión con Dios para que ésta se produzca.
El perdón nunca es necesario, puesto que nunca se puede cometer ninguna ofensa contra la Divinidad, ni la Divinidad puede ofender, ya que es Todo lo que Es. Esto es algo que comprenden las culturas avan­zadas. ¿Quién perdonaría a quién? ¿y por qué razón?
Acaso la mano perdona al dedo del pie por tropezarse? ¿El ojo per­dona a la oreja?
Desde luego que la mano puede consolar al dedo. Puede sobado, ayu­dado y sanado. Pero, tiene que perdonado? ¿O tal vez la palabra perdón es sólo un sinónimo de la palabra consolar en el lenguaje del alma?
He inspirado la frase: amor significa no tener que pedir perdón.
Cuando su cultura también lo comprenda, nunca más se condenará a sí misma ni a otros por aquellos momentos en los que el alma "se tro­pieza con algo". Nunca más abrazarán un Dios vengativo, iracundo, censor, que los condene a torturas eternas por algo que, para Dios sería menos que un tropezón del dedo del pie.
En aquél momento renunciarán para siempre a su idea de un Dios condenador, pues sabrán que el amor nunca condena. Entonces no con­denarán a nadie y a nada, obedeciendo así Mi mandato:
No juzguen ni condenen.
Recuérdalo. No juzgues, ni condenes.
Puedes utilizar la octava ilusión, la ilusión de condicionalidad para ex­perimentar un aspecto tuyo que existe sin condiciones, y que por esa misma razón, puede amar sin condiciones.
Tú eres un ser incondicional, pero no puedes saberlo porque no exis­te ninguna condición en la que no seas incondicional.
Por tanto, no es­tás en ninguna condición.
Esto es la verdad literal. No te encuentras en condiciones de hacer nada. Sólo puedes ser. Sin embargo, sólo ser no te satisface. 
Por este mo­tivo has creado la ilusión de condicionalidad. 
Es el concepto que expresa que una parte de ti, una parte de la vida, una parte de Dios, de­pende de otra para ser.
Ésta es una ramificación o una expansión de la ilusión de separación, la cual a su vez surge de la ilusión de necesidad, que es la primera ilu­sión. En realidad sólo hay Una ilusión y todas las demás ilusiones son una expansión de ella, como un globo que se infla.
A partir de la ilusión de condicionalidad se creó lo que denominan relatividad. El calor y el frío, por ejemplo, en realidad no son opuestos, sino exactamente lo mismo, en condiciones diferentes.
Todo es lo mismo. Sólo hay una energía y es la energía llamada Vida, que aquí es sinónimo de la palabra "Dios". 
A la vibración propia y espe­cífica de esta energía la llaman condición. En ciertas condiciones ocu­rren ciertas cosas que parecen ser lo que ustedes llaman verdad.
Por ejemplo, arriba es abajo y abajo es arriba, en determinadas condi­ciones. Los astronautas aprendieron que, en el espacio interplanetario, las definiciones de "arriba" y "abajo" desaparecían. La verdad cambiaba debido a que las condiciones cambiaban.
Las condiciones cambiantes creaban la realidad cambiante.
La verdad no es más que una palabra que significa "lo que es así en este momento". Sin embargo, lo que es "así" siempre está cambiando. Por lo tanto, la verdad siempre está cambiando.
Su mundo lo ha demostrado así. Su vida se lo ha demostrado.
El proceso de la Vida es de hecho el cambio. 
Reducida a una sola pa­labra, la vida es cambio.
Dios es Vida. Por tanto, Dios es Cambio.
En una palabra, Dios es Cambio.
Dios es un proceso: no un ser, sino un proceso.
Y a  ese proceso se le llama cambio.
Quizá algunos prefieran la palabra evolución.
Dios  es energía en evolución, o Lo que se Convierte.
Lo que se Convierte no requiere de condiciones especiales para con­vertirse. La vida simplemente se convierte en lo que se convierte, y uste­des, con el fin de definirla, describirla, cuantificarla, medirla e intentar controlarla, le adjudican ciertas condiciones.
Sin embargo, la Vida no tiene condiciones, simplemente es. 
La Vida es lo que es.
YO SOY LO QUE SOY.
Ahora puedes comprender por completo y por primera vez esta anti­gua y enigmática afirmación.
Cuando sepas que es necesario que parezcan existir ciertas condicio­nes para que puedas experimentar la ausencia de condicionalidad (o sea, para que puedas conocer a Dios), bendecirás las condiciones de tu vida y todas las que hayas experimentado. Estas condiciones te han permitido percibir que eres más grande que cualquiera de ellas y más grande que todas juntas. Tu vida te lo ha demostrado.
Considéralo por un momento y verás que es verdad. 
Imagina una situación en la que te hayas encontrado, en la que hayas imaginado en­contrarte.
 ¿Alguna vez te has elevado por encima de ella y has descu­bierto que la has superado? En realidad, no la has superado en absoluto. Nunca estuviste en esa condición. Sencillamente te negaste a creer que esa condición eras tú. Te viste como algo superior, ajeno a ella.
"Yo no soy mi condición", tal vez hayas afirmado. 
"Yo no soy este im­pedimento, no soy mi trabajo, no soy mi riqueza ni la carencia de ella. Yo no soy esto. Éste no Soy yo".
La gente que lo ha declarado ha producido experiencias extraordina­rias en su vida, con resultados extraordinarios. 
Ha utilizado la ilusión de condicionalidad para re-crearse de nuevo, en otra versión mejor de la vi­sión más grande que haya tenido sobre Quién Es.
Debido a esto, hay quienes han bendecido precisamente las condi­ciones de !a vida que otros han condenado. Pues han abrazado estas condiciones como un gran regalo, lo cual les ha permitido ver y declarar la verdad de su ser.
Cuando tú bendices las condiciones de tu vida, las cambias, pues les pones un nombre diferente al que aparentan, y a la vez te llamas a ti mismo de manera diferente a lo que pareces.
Es esta etapa en que comienzas a crear conscientemente y no sólo a notar las condiciones y circunstancias de tu vida, descubres que siempre has sido y siempre serás el que percibe y define cada condición. Lo que una persona percibe como pobreza, otra puede percibirlo como abun­dancia. Lo que una persona define como derrota, otra puede definirlo como victoria (como te sucederá a ti cuando decidas que cada fracaso es en realidad un éxito).
Experimentarás tu propio ser como el creador de todas las condicio­nes, el que las "imagina" si así lo prefiere (pero sólo si lo prefieres), pues­to que la verdadera condicionalidad no existe.
En ese momento dejarás de culpar a cualquier otra persona, lugar o cosa de tu vida por vivir tu experiencia. Y toda tu experiencia cambiará, el pasado, el presente y el futuro cambiará. Sabrás que nunca has sido víc­tima en realidad y al saberlo crecerás. 
Al final, descubrirás que no existen víctimas.
Recuérdalo. No hay víctimas.
La novena ilusión, la de superioridad, sirve para experimentar que nada es superior a nada y que la inferioridad es asimismo ficción. Todas las cosas son iguales. Sin embargo, no puedes comprender que todas las co­sas son iguales cuando todo lo que hay es igualdad.
Si todo es igual, nada es igual, pues la idea de "igualdad" no se puede percibir si sólo hay una cosa y equivale a sí misma.
Una cosa no puede ser "desigual" a ella misma. 
Si tomas algo y lo di­vides en partes, las partes equivalen al todo; no son menos que el todo sólo por estar separadas.
Sin embargo, la ilusión de desigualdad permite que cada una de las partes se perciba a sí misma como la parte que es, en lugar de percibirse a sí misma como el todo. Ustedes no se pueden ver como partes a menos que se vean apartados. ¿Entiendes? 
No te puedes concebir como parte de Dios a menos que te imagines que estás aparte de Dios.
En otras palabras, no Me podrás ver a menos que te alejes y Me mires. Sin embargo, no te puedes alejar para mirarme si piensas que tú eres Yo. De modo que, debes imaginar que no eres Yo para experimentarme.
Eres igual a Dios y esta igualdad con Dios es algo que anhelas expe­rimentar. No eres inferior a Dios ni a ninguna otra cosa, pero no lo pue­des saber ni experimentar dentro de un contexto en el que nada es superior. Por ello has creado la ilusión de superioridad, para descubrir que eres igual a todo; es decir, que no eres superior a nada.
Tu unidad con Dios no se puede experimentar fuera de un contexto en el que es posible la ausencia de unión, o sea, la separación. Debes en­contrarte en ese contexto, lo que aquí hemos denominado ilusión, para conocer la verdad que existe fuera de la ilusión. Debes estar en el mun­do, pero sin pertenecer a él.
Asimismo, tu igualdad con Dios, con todo y con todos en la vida, no es algo "experimentable" a no ser que, y hasta que, comprendas la desigualdad.
Por eso han creado la ilusión de superioridad.
La idea de superioridad aporta otro beneficio.
Al imaginar que eres superior a las condiciones y circunstancias de tu vida, puedes experi­mentar el aspecto de tu ser que es más grande que todas esas condicio­nes y circunstancias, lo que señalé con anterioridad.
Hay una parte maravillosa de ti a la que puedes recurrir cuando te enfrentes a condiciones y circunstancias negativas. 
A esto, algunos lo llaman valor. 
La ilusión de superioridad le ha resultado muy útil a tu es­pecie mientras ha vivido dentro de la ilusión más grande llamada Vida en el Reino Físico, pues le ha' dado la fortaleza para elevarse por encima de las circunstancias negativas y superadas.
Cuando percibas esta ilusión como tal, comprenderás que no hay ninguna parte de ti superior al Todo, pues cada parte de ti es Todo. Entonces no recurrirás al valor, sabrás que tú eres el valor. 
No recurrirás a Dios, pues sabrás que eres el aspecto de Dios al que has apelado.
Tú eres el que llama y a quien llaman. Eres el que provoca cambios y el que cambia. Eres el creador y la criatura. 
El comienzo y el fin. El alfa y el omega.
Eso eres, pues es lo que Yo soy. Y tú estás hecho a Mi imagen y se­mejanza.
Tú eres Yo. Yo soy Tú. Me muevo dentro de ti, como tú, y a través de ti. En ti tengo Mi ser.
En todos y en todas las cosas.
Por lo tanto, ninguno de ustedes es superior a otro, no puede ser. Sin embargo, ustedes han creado la ilusión de superioridad con el fin de des­cubrir su propio poder y, por extensión, el poder de todos los demás; su unidad e igualdad con Dios y con todos, así como la unidad e igualdad de todos con Dios y con los demás.
Sin embargo, deben saber que la ilusión de superioridad es muy peli­grosa, si lo que desean es eliminar el dolor y el sufrimiento de los seres humanos.
Ya te he explicado que el dolor y el sufrimiento se evitan cuando ex­perimentan la Unión mutua y con Dios.
La ilusión de superioridad nie­ga esta unión y crea una separación todavía mayor.
La superioridad es la idea más seductora que haya influido en la ex­periencia humana. Puede generar gran satisfacción cuando uno es el que se considera superior. 
Sin embargo, puede provocar una enorme in­felicidad cuando otro afirma que es superior a uno.
De modo que ten mucha precaución con esta ilusión pues es muy in­fluyente. Has de comprenderla a fondo y por completo.
La idea de supe­rioridad puede ser un gran regalo en el mundo de la experiencia relativa, como ya te he enseñado. 
De hecho, puede proporcionarte fortaleza y va­lor para que te veas y te experimentes como un ser más grande que sus circunstancias, mayor que sus opresores, más de lo que tú pensaste nun­ca. 
No obstante, puede ser insidiosa.
Incluso las religiones, las únicas instituciones que supuestamente fueron creadas para acercarlos a Dios, han utilizado con demasiada fre­cuencia la superioridad como su instrumento principal. 
Muchas han declarado: "Nuestra religión es superior a esa otra". Con estas palabras, los han separado del sendero de Dios, en vez de unirlos.
Todos los estados, naciones, razas, géneros, partidos políticos y siste­mas económicos, han intentado usar su supuesta superioridad para ganarse atención, respeto, aceptación, solidaridad, poder o simplemen­te, adeptos. Lo que han provocado con la utilización de este instrumen­to no ha sido nada superior.
Sin embargo, la mayoría de la especie humana parece estar ciega o permanece curiosamente callada. No puede ver que su conducta basada en la superioridad produce en realidad todas las formas de inferioridad. O lo ve y se rehúsa a admitirlo. 
El resultado es que continúa el ciclo en el cual se proclama superioridad para justificar las acciones y luego se pa­decen los resultados inferiores de las mismas.
Hay una manera de romper este ciclo.
Ve la ilusión como tal. Comprende y sabe al fin que Todos Somos
Uno. La especie humana y toda la Vida son un campo unificado. Todo es Una Sola Cosa. 
Por tanto, no hay nada superior a nada y nada superior a ti.
Esta es la verdad esencial de la experiencia de la vida. ¿Es superior un tulipán a una rosa? ¿Son las montañas más majestuosas que el mar? ¿Cuál copo de nieve es el más magnífico? ¿Será posible que todos sean magníficos y que, celebrando juntos su magnificencia, creen un espec­táculo prodigioso? '
Entonces se funden unos con otros y con la Unidad. No obstante, nunca se van. Nunca desparecen. Nunca dejan de ser.
Únicamente cambian de forma. Y no sólo en una ocasión, sino en repeti­das ocasiones: de sólido a líquido, de líquido a vapor, de lo visible a lo in­visible, para elevarse una vez más y luego regresar con nuevas expresiones de imponente belleza y maravilla. 
Ésta es la Vida que nutre la Vida.
Eso eres tú.
La metáfora está completa.
La metáfora es real.
Lo harás real en tu experiencia cuando decidas sin más que es verdad
Y actúes como corresponde. Ve la belleza y la maravilla de todas las vidas con las que entres en contacto. Pues cada uno de ustedes es realmente maravilloso, y ninguno es más maravilloso que el otro. Y algún día todos se fundirán en la Unidad y sabrán que juntos forman un solo arroyo.
El saberlo hará cambiar la totalidad de su experiencia en la Tierra. Cambiará su política, su economía, sus interacciones sociales y la manera en la que educan a sus jóvenes. Les ofrecerá al fin el Cielo en la Tierra.
Cuando vean que la superioridad es una ilusión, sabrán que la inferio­ridad también es una ilusión. Entonces sentirán el esplendor y el poder de la igualdad de unos con otros, y con Dios.
Se ampliará tu idea de ti mismo y el propósito de la ilusión de superioridad se habrá cumplido. Pues cuan­to mayor sea la idea que tienes de ti, mayor será tu experiencia.
Recuérdalo. Cuanto mayor sea la idea que tienes de tí mayor será tu experiencia.
La décima ilusión, la de ignorancia, ha provocado que pienses que no sabes todo esto; que todo lo que te acabo de decir es nuevo para ti y que no lo puedes comprender.
Esta ilusión te permite continuar viviendo en el Reino de la Relativi­dad. Sin embargo, no tienes que seguir viviendo como hasta ahora, con dolor y sufrimiento, lastimándote y lastimando a los demás, esperando a que lleguen mejores tiempos o tu recompensa eterna en el Cielo. Puedes gozar de tu Cielo sobre la Tierra. Puedes vivir en tu propio Jardín del Edén. Nunca fuiste expulsado. Yo nunca te haría eso.
Esto lo sabes. En tu corazón, ya lo sabes. Así como sabes de la Unidad de la humanidad y de toda la vida. Como sabes de la igualdad de todo y que el amor es incondicional.
Sabes todas estas cosas y más y conservas esta información en lo más profundo de tu alma.
La ignorancia es una ilusión. Utilizas la ilusión con sabiduría cuan­do la ves como tal, cuando sabes que no es verdad que no sepas. Sabes... y sabes que sabes.
Esto es lo que se dice de todos los Maestros.
Saben que saben y utilizan su conocimiento para vivir con el mundo ilusorio en el que se han colocado y no en él. Por eso en tu mundo parece como si fueran magos que crean y utilizan fácilmente todas las ilusiones de la Vida.
"No saber" es una ilusión espléndida y útil. Te permite volver a sa­ber, volver a aprender, volver a recordar una vez más. 
Te permite volver a experimentar el ciclo, convertirte en un copo de nieve.
La ilusión de no saber te permite saber lo que sabes. 
Si lo sabes todo y sabes que lo sabes, entonces no puedes saber nada.
Estudia esta verdad a fondo y la comprenderás.
Bríndate la ilusión, pues, de que ignoras algo. Lo que sea.
En ese mo­mento, podrás percibir lo que no ignoras, y lo que sabes de repente te re­sultará evidente.
Esto es lo asombroso de la humildad. Aquí radica el poder de la frase: "Aquí hay algo que no sé, y saberlo podría cambiarlo todo". Esta senci­lla frase podría sanar el mundo.
La búsqueda de la humildad es la búsqueda de la gloria.
Y, según tu teología, no podría haber mejor instrumento para el pro­greso. He inspirado a que se dijera que lo que el mundo necesita es un poco de "teología de la humildad". Un poco menos de confianza en que lo saben todo y un poco más de voluntad por continuar la indagación, por reconocer que puede haber algo que no saben, cuyo conocimiento podría cambiarlo todo.
Te repito que no saber conduce a saber. Saberlo todo conduce a no saber nada.
Por eso la ilusión de ignorancia es tan importante. Y lo mismo sucede con todas las ilusiones. Son la clave para experimentar Quién Eres Realmente. Te abrirá las puertas del Reino de lo Relativo al Reino de lo Absoluto. La puerta que conduce a todo.
No obstante, como son diez ilusiones, cuando te embarga la ilusión de ignorancia, cuando se convierte en tu experiencia absoluta, en tu rea­lidad omnipresente, entonces ya no te es de utilidad.
Entonces eres co­mo el mago que olvida sus propios trucos.
Te conviertes en alguien engañado por sus propias ilusiones. Entonces debes ser "rescatado" por otro, por alguien que pueda ver más allá de la ilusión, que te despierte y te recuerde Quién Eres Realmente.
 Este alma de verdad será tu salvador, de la misma forma que tú pue­des ser el salvador de otros cuando simplemente les recuerdes Quiénes Son Realmente, cuando los devuelvas a sí mismos. "Salvador" es tan só­lo un sinónimo de "recordatorio".
Es alguien que te ayuda a que renueves tu mente y que reconozcas una vez más que eres miembro del Cuerpo de Dios.
Haz esto por los demás. Pues eres el salvador de la actualidad. Eres mi amado, en quien he puesto mis complacencias. Tú eres a quien he enviado para traer a los demás a casa.
Por lo tanto, sal de la ilusión, pero no te alejes de ella.
Vive con ella, pero no en ella.
Hazlo y te encontrarás en este mundo sin pertenecer a él. Conocerás tu propia magia, y lo que sabes crecerá, cada vez será mayor tu idea de tu propia magia, hasta que un día comprendas que tú eres la magia.
Recuérdalo. TÚ eres la magia.
Cuando emplees la ilusión de ignorancia, ya no viviéndola, sino utili­zándola, reconocerás y admitirás que aún queda mucho que no sabes (que no recuerdas); sin embargo, precisamente esa humildad te elevará de la humildad provocando que comprendas más, recuerdes más, ad­quieras más conciencia.
Ahora estarás entre los cognoscenti: los que saben.
Recordarás que simplemente utilizas ilusiones para crear un contex­to concreto en el cual puedes experimentar, y no sólo conceptualizar, cualquiera de los innumerables aspectos de Quién Eres. Comenzarás a utilizar este campo con textual de forma consciente, como un artista que emplea un pincel para producir obras de arte maravillosas y para crear momentos intensos y extraordinarios, llenos de gracia, en los cuales te podrás conocer mediante la experiencia.
Si quisieras experimentarte como perdón, por ejemplo, podrías com­binar las ilusiones de juicio, condenación y superioridad. Proyectándo­las delante de ti, de repente encontrarás (crearás) en tu vida personas que te brinden la oportunidad de exhibir perdón. Puedes agregar ade­más la ilusión de fracaso, proyectándola sobre ti, para intensificar la ex­periencia. Finalmente, puedes utilizar la ilusión de ignorancia para fingir que no sabes que estás haciendo todo esto.
Si quisieras experimentarte como compasión o como generosidad, podrías combinar las ilusiones de necesidad e insuficiencia para crear un contexto en el cual expresar aquellos aspectos de la Divinidad que hay en ti. Entonces podrás encontrarte caminando por la calle, aborda­do por mendigos.
Y quizá te digas: qué extraño, nunca había visto men­digos en esta esquina.
Sientes compasión por ellos y te tocan el corazón.
Sientes que te mueve la generosidad, buscas en tu bolsillo y les das algo de dinero.
O tal vez un pariente te llame y te pida ayuda financiera.
Puedes ele­gir sentir cualquiera de los aspectos de tu ser en ese momento. Pero en esta ocasión eliges la bondad, la generosidad y el amor. Le contestas, "Claro, cuánto necesitas?"
Pero ten cuidado, porque si no lo tienes, no comprenderás cómo en­traron a tu vida el mendigo de la calle o el pariente al teléfono. Olvidarás que tú los pusiste ahí.
Si te hundes demasiado en la ilusión, olvidarás que tú has convocado a todas las personas, todos los lugares y todos los sucesos de tu vida. Olvidarás que están ahí para crear la situación perfecta, la oportunidad perfecta, para que te conozcas de determinada manera.
Olvidarás mi mayor enseñanza: No les he enviado más que ángeles.
En tu historia, puedes considerar a mis ángeles como villanos. Si no tienes cuidado, te verás tomo la víctima y no como el beneficiario de los muchos momentos de gracia que han entrado a tu vida.
No todos fueron bienvenidos desde el principio, pero todos guardan un regalo para ti.
También puedes decidir convertirte en beneficiario de otra manera que la que habías elegido en un principio. Por ejemplo, puedes decidir que no sólo deseas experimentar la compasión, sino también el poder y el control. Le seguirías regalando dinero al mismo mendigo, pasando por la misma esquina todos los días a la misma hora, hasta que los dos hubieran establecido un ritual.
Es posible que le siguieras dando dinero a ese pariente, enviándole un cheque por correo cada mes, hasta que los dos establecieran un ritual.
Ahora tú tienes el control. Tienes el poder. Les has quitado el poder; li­teralmente les has arrebatado el poder para re-crear sus propias vidas, a fin de que te puedas sentir glorificado, gratificado y poderoso. De repen­te no pueden salir adelante sin ti. Ni el mendigo ni el pariente, quienes subsistieron en el planeta durante años sin tu ayuda, pueden salir ade­lante sin ti. Los has vuelto seres disfuncionales y has creado una relación disfuncional con ellos.
En lugar de ayudarlos a salir del pozo en que estaban, cavaste un hoyo más profundo.
Les quitaste la pala de las manos y la tomaste en las tuyas.
Entonces presta mucha atención a tu motivación para hacer cual­quier cosa. No dejes de observar tus planes. Vigila de cerca qué aspecto de tu ser experimentas. ¿Hay alguna manera de que lo experimentes sin restarle poder a los demás? ¿Hay alguna manera de recordar Quién Eres sin incitar a otra persona a que olvide Quién Es?
Estas son algunas de las maneras en las que puedes utilizar las diez ilu­siones, así como las innumerables ilusiones subyacentes. 
Ahora ves, ahora comprendes, ahora recuerdas cómo se utilizan las ilusiones.
Recuerda lo que ya te expliqué. No es necesario usar ahora las ilusio­nes para crear un contexto en el que puedas experimentar aspectos más elevados de tu ser. Los seres avanzados no sólo se separan de las ilusio­nes, sino que también se alejan de ellas. En otras palabras, dejan atrás las ilusiones y sólo utilizan el recuerdo de ellas para crear ese contexto.
Ya sea que las uses como recuerdo o en forma física en el momento presente, las emplearás todos los días. Sin embargo, si no utilizas las ilu­siones de manera consciente, si no sabes que las has estado creando y por ­qué lo has hecho, podrías imaginar que eres el efecto de tu vida, en lugar de su causa. Podrías pensar que la vida te sucede y no que tú la provocas.
Tal vez esto era lo que no sabías, pero saberlo quizá lo cambie todo.
Tú eres la causa de todo lo que ocurre en tu vida.
Lo comprenderás a la perfección cuando te separes de las ilusiones.
Lo experimentarás en tu cuerpo, en el nivel celular, cuando experimen­tes la comunión con Dios.


Esto es lo que todas las almas anhelan. Esto es el propósito máximo de la vida. Te encuentras en un viaje hacia la Maestría y de regreso a la Unidad, para descubrir la maravilla y la gloria de Dios dentro tu propia alma y expresarla a través de ti, como tú, de mil maneras, a lo largo de millones de momentos, durante innumerables vidas que se prolongan hasta la eternidad.



1 comentario:

Elizabeth dijo...

La madurez que desplegas es producto de una mente muy evolucionada. Gracias por compartirlo.

El sexo -

  Escribía César Pavese que " si el sexo no fuese la cosa más importante de la vida, El Génesis no empezaría por ahí. Adán reconociendo...